Por Dagoberto Tejeda Ortiz
Francisco Javier Tiburcio Rosa, alías Quico, al cumplir sus 15 abriles, su madre Lupe, “La Lavandera”, con los ojos llenos de lágrimas, ante la complicidad de pinos asombrados y el recuerdo de su esposo, el general de montonera Ovidio Tiburcio, muerto en la manigua, lo despide de Jarabacoa junto a su mula Morena, con la protección de la Virgen del Carmen, para donde Casiano Portes, su padrino, para trabajar en su tienda en la ciudad de La Vega.
Quico llegó un 12 de agosto del 1900. Trabajaba en la tienda de día y asistía a la escuela de noche. Se graduó con honores, siendo un estudiante brillante, que completó su formación intelectual en un ambiente vegano de una efervescencia cultural trascendente, donde los jóvenes se graduaban en la Universidad del Parque Central, en las tertulias del inmenso Don Federico García Godoy, “Don Fed” y las actividades de las diversas instituciones culturales, entre las cuales se destacaba La Sociedad la Progresista.
Don Casiano Portes, era un personaje muy querido y respetado en La Vega, conocido en diversos pueblos del país. Una mañana don Casiano le dijo a su ahijado Quico. ¡Muchacho prepárate, ponte tu mejor traje que mañana nos viene a visitar el Presidente de la República! Y así fue. Después que el sol calentó un poco la mañana, el Presidente Juan Isidro Jiménez Pereyra llegaba a la tienda de don Casiano. Eran viejos amigos.
Quico estaba mudo. No podía creer que estaba frente al Presidente del país. Juan Isidro expuso las causas de su visita y explicó sus planes como presidente. Don Casiano y Quico quedaron fascinados. El primero sería su representante en La Vega y el segundo sería su partidario. El sueño duró poco. Meses después, Horacio Vásquez, que era el vicepresidente, encabezó un movimiento que depuso al Presidente Juan Isidro Jiménez en una lucha política entre “bolos” (horacistas) y “rabuses” (Jimenistas), por el manejo del Poder, que llevó la lucha a los límites fratricidas de enfrentamientos armados, como fue en La Vega el pleito de la Ramana, que costo decenas de vidas humanas, en un ambiente irracional de odio, donde el jefe de uno de los grupos adictos al nuevo gobierno (Guayubìn),exclamó a sus partidarios en medio de la lucha: “¡No quiero prisioneros. Cuando los atrapen, ¡ahí mismo ejecútenlos! A los heridos igual, para que sepan que con la autoridad no se juega!”
Quico, junto a su compadre Miguel Silverio, fueron denunciados como cómplices y enemigo del nuevo gobierno, “juzgados”, fueron condenados a morir fusilados. Ambos lograron salvarse y esconderse en el monte. Para sobrevivir, se integraron en las montañas a las guerrillas cimarronas que dirigía el legendario Perico Lázala, donde participó en diversos combates.
En este proceso de sobrevivencia y de vida montonera, Quico conoció en Guazumal, en plena montaña, a Dolores, una hermosa e imponente mulata que la consideró la mujer de sus sueños, la cual rencontró para siempre en el Club de la Juventud en un baile de disfraces, un 26 de febrero, un día antes de la celebración del Carnaval de la Patria.
Juan Isidro Jiménez asumió de nuevo a la presidencia en 1914, volviendo Quico a la vida civil y a petición del Presidente, asumió la presidencia del Ayuntamiento de La Vega, a pesar de los nubarrones que acechaban al país por la situación de la geopolítica mundial, donde los Estados Unidos alimentaban su voracidad imperialista con la doctrina del destino manifiesto de “América para los norteamericanos”.
Aunque diversos sectores de la vida nacional tenían la esperanza de la no intervención de los norteamericanos en nuestro país, otros no estaban incrédulos como Quico, que sabía muy bien que “los norteamericanos no tenían ni amigos ni enemigos, sino intereses”. Y así fue. Con diversos pretextos se dio lo inevitable y el viernes 7 de julio de 1916, los Estados Unidos de Norteamérica, invadieron con sus botas militares a la República Dominicana, mancillando su soberanía nacional.
Quico, reaccionó indignado frente a la ocupación y definió su vida sin descanso en actividades antiimperialistas, incluso haciendo del Ayuntamiento de La Vega un bastión de dignidad, de lucha y resistencia, para la salida de los yanquis del país.
En su lucha, junto a su amigo Eugenio, lanzaron panfletos clandestinos de denuncia y Quico decidió crear un movimiento de lucha con el símbolo del ruiseñor, como oposición a la nefasta águila imperial de barbarie, expresión de repudio antiimperialista. La “V”, con los dedos, se convirtió en identidad de los desafectos a los yanquis. Surgieron diversos movimientos guerrilleros, gavilleros, en las montañas de La Vega cuyos miembros fueron bautizado como “los ruiseñores”. Ante el repudio de la gente, logró este pueblo heroico que salieran decepcionados los marines norteamericanos de La Vega, acompañados de una marcha fúnebre, la interpretación del himno nacional, la presencia de la bandera dominicana y el regocijo del pueblo.
Esta novela, “El Águila y los Ruiseñores” del escritor vegano César Arturo Abreu Fernández, es una novela fascinante, testimonial, patriótica, antiimperialista, valiente y extraordinariamente bien escrita. Además de excelente narrador, César Arturo es un exquisito poeta que compensa al texto con una poesía en una mágica prosa.
La novela es una clase de historia, pedagógicamente lograda, acertada, para una generación que necesita el conocimiento de un glorioso pasado. La Alcaldía, la Cooperativa de la Vega Real, el Ministerio de Educación, etc., deben adquirirla para que llegue a los maestros, los estudiantes y todos los jóvenes veganos.
Esta novela demuestra como la cultura, la identidad y el orgullo de pertenencia ideológicamente son indispensables en la lucha política contra la opresión y a favor de la liberta, además, es un homenaje de exaltación a la Vega, de alguien apasionado que ama y que quiere a su pueblo. ¡Es la apología a la heroicidad de un pueblo! ¡Su lectura demuestra el conocimiento profundo del autor sobre la historia vegana, del país, una destreza superior como escritor y un amor incondicional al pedacito de tierra donde nació! ¡Es una novela valiente contra el olvido!