Por Dr. Amín Cruz *
“Este informe debe poner fin al carbón y a las energías fósiles antes de que destruyan nuestro planeta. Las sirenas de alarma son ensordecedoras: las emisiones de gases de efecto invernadero creadas por estas y la deforestación están asfixiando nuestro planeta.”, Antonio Guterres.
El cambio climático provocado por el ser humano es una amenaza urgente y de carácter existencial para la vida en la Tierra el 2022 está siendo marcado como el año en el que el mundo comenzará a pasar página del peor capítulo de la pandemia de COVID-19, sin embargo, continuamos enfrentando las mayores crisis planetarias que amenazan nuestro futuro: la crisis del cambio climático, la de la pérdida de la biodiversidad y la de la contaminación y los desechos.
Dos años después, seguimos inmersos en esta dolorosa pandemia que continúa llenando de incertidumbre nuestras vidas. Vino de repente, y pensábamos que se iba a ir igual, pero parece que será algo con lo que tendremos que aprender a convivir.
La pregunta es si los esfuerzos de la comunidad internacional para hacer frente a la crisis se traducirán en una acción significativa, como se vio en la COP26. Me pregunto, como diplomático, será verdad que la ONU podrá poner en marcha los tratados en dichas cumbres, los cumpliran los paises, sobre todos las potencias.
Para evitar un cambio climático catastrófico, el aumento de la temperatura global debe mantenerse en un máximo de 1,5oC por encima de los niveles preindustriales, pero las probabilidades de un mayor calentamiento global en los próximos cinco años van en aumento.
El emblemático informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre el estado del clima mundial advirtió en abril de que la temperatura media global ya había subido unos 1,2o C, y un estudio de Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) reveló en octubre que, si no se mejoran los compromisos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, el mundo va camino de alcanzar los 2,7o C este siglo.
Otros informes de organismos de las Naciones Unidas mostraron que las concentraciones de gases de efecto invernadero alcanzaron niveles récord, y que el planeta va camino de un peligroso sobrecalentamiento, con repercusiones alarmantes para las generaciones actuales y futuras.
Uno de los efectos del cambio climático es una mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, y este año volvimos a ser testigos de muchos, como las catastróficas inundaciones en varios países de Europa occidental, que provocaron varias muertes en julio, y los devastadores incendios forestales en países mediterráneos y en Rusia, en agosto.
Los datos de la agencia meteorológica de la ONU muestran que, en las últimas décadas, el aumento de las catástrofes naturales ha repercutido de manera desproporcionada sobre los países más pobres y, que el año pasado, impulsó el crecimiento de la inseguridad alimentaria, la pobreza y los desplazamientos en África.
Asimismo, esta investigación señala que América Latina y el Caribe es una de las regiones del mundo más afectadas por el cambio climático y los fenómenos meteorológicos externos que están causando graves daños a la salud, la vida, la comida, el agua, la energía y el desarrollo socioeconómico de la región.
Paradójicamente, los países que más sufren esta crisis climática son precisamente los que han contribuido a ella en menor medida, una cuestión que reivindican enérgicamente los gobiernos y los activistas que consiguieron llevar a la mesa de debate el tema de la adaptación.
El aumento de la capacidad de adaptación es un pilar fundamental del Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático. Su objetivo es reducir la vulnerabilidad de los distintos países y comunidades al cambio climático, fortaleciendo significativamente los esfuerzos nacionales para adaptarse, incluso mediante el apoyo y la cooperación internacional.
Sin embargo, el tiempo se agota para algunos, sobre todo para los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, que corren el riesgo de quedar sumergidos por la subida del nivel del mar y no cuentan con los recursos económicos necesarios para protegerse.
Un informe clave del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señaló en noviembre que incluso si los países cerraran el grifo de las emisiones hoy, los efectos climáticos persistirían durante décadas.
Si de verdad queremos frenar el aumento de la temperatura, se requiere también acelerar la transición mundial hacia formas de energía más limpias y acabar con el uso del carbón.
No obstante, la mejora de los compromisos climáticos, los avances en este frente siguen siendo escasos. Según los planes actuales, los gobiernos seguirán produciendo energía a partir de fuentes de combustibles fósiles en cantidades que provocarán un incremento de la temperatura global.
En los próximos veinte años, los gobiernos prevén un aumento de la producción mundial de petróleo y gas, y sólo una modesta disminución de la producción de carbón. En conjunto, estos planes significan que la producción de combustibles fósiles crecerá en general, al menos hasta 2040.
Estas conclusiones se recogen en el último informe de la ONU sobre la brecha de producción, que incorpora los perfiles de quince de los principales países fabricantes de combustibles fósiles y muestra que la mayoría seguirá invirtiendo en ese tipo de industria y se tomen medidas tangibles y valiosas hacia un futuro sostenible para las personas y el planeta.
Estamos en la lucha de nuestras vidas, y esta lucha debe ganarse. Nunca se rindan. Nunca retrocedan. Sigan empujando hacia adelante
“Irreversibles”. El deshielo de los polos hará que el nivel de los océanos siga aumentando durante siglos, o milenios”.
* Dr. Amín Cruz, PhD, diplomático, historiador, educador, periodista, escritor, CEO presidente fundador del Congreso Hispanoamericano de Prensa, Padre embajador del Periodismo Latinoamericano, residente en New York.