Un Carnaval Mulato en Dominicana

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En este local eran celebrados los bailes de carnaval de la élite colonial.

Por Dagoberto Tejeda Ortiz

Santo Domingo, era el sueño de la osadía y la compensación de la imaginación.  En las cercanía del 1520, era más o menos cerca de las seis de la tarde, tal  como marcaba el reloj del sol que todavía está ahí, las damas llevaban sombrillas de telas finas y brillosas.  De la casa de los Dávila, una comitiva de jóvenes caminaba hacia el Palacio de Don Diego Colón frente al río Ozama.  Allí estaba sentada Doña María de Toledo, con su séquito, esperando para dar un pequeño paseo por la selectiva y limpia Calle de las Damas.

Mañana en la noche comienza el carnaval, con una concentración en la Plaza Central, en la explanada de la catedral, donde desfilaran los  mascaraos, los mamarrachos, los diablos, la muerte, etc. Lógicamente, nosotros no iremos.  Durante el día hay que cuidarse de las jeringas repletas de agua y sobre todo de “los ojos de cera”, proyectiles de cascarones de huevos llenos de agua perfumada de canela hervida. 

Así conversaban estas damas, con muy pocos caballeros de acompañantes, haciendo indagatorias sobre los asistentes que irían al baile de carnaval que se celebraría en los selectivos salones del Palacio de las Casas Reales, hoy museo, dos días después.

AUTOR: Dagoberto Tejeda Ortiz

La tertulia terminó.  Los finos y anchos trajes utilizados en esta breve caminata fueron llevados al lavadero.  Y había que perfumarse para una exquisita cena, con algunos invitados, para esperar y comentar sobre el carnaval.

Las invitaciones circulaban cuidadosamente y de manera muy restringida entre la élite.  Había trajes reciclados del año pasado irreconocibles, parecían nuevos.  Otros, hacía tiempo provenían muy clandestinos desde Madrid. Eso era un secreto.  La llegada de cada invitado al Palacio Real, sus trajes y sus personajes, previa a la entrega de la invitación, era un acontecimiento para el chisme.  La competencia era sutil, hipócrita,  pero cruel.

Los sueños hacían magia.  Las y los que salieron de España para las quimeras de un nuevo mundo, con las expectativas de regresar a España triunfantes,con dinero, apenas tenían apellidos, que nadie conocía.Aun así, durante esa noche podían realizar sus sueños, aunque al abrir los ojos al otro día, aúncon el sol afuera, volvía la pesadilla de todos los amaneceres.  La única compensación era que un día podrá suceder el milagro y que, mientras tanto,  el linaje, el orgullo y la sangre limpia de la noble estirpe española había que mantenerla, sobre todo pura, “blanca”, aunque por dentro fuera roja, igual que las demás,  sin contaminación de seres inferiores. Aunque había indígenas, todavía no había negros…

A pesar “del fecundo mestizaje colonial” no sécuántos españoles se atrevían a ir a exhibir a sus esposas indígenas a este baile de carnaval en el Palacio de las Casas Reales.  Pero de todas maneras duró muy poco este proceso, por la rápida desaparición de la mano de obra indígena esclavizada.  Escasearon sobre manera las necesidades femeninas.  Las españolas no querían venir a estas islas desconocidas y salían muy carastraerlas, entonces llegaron unas hermosas negras, voluptuosas, con el problema de que“no tenían cultura”, eran salvajes de las selvas africanas, las cuales eran un peligro “para el mantenimiento de la pureza de la sangre bendita que vino de España”.  Se podía resolver con ellas cada vez que se quisiera sin poder ellas decir que no porque “eran propiedad de los amos”.

De todas maneras solo  participaba una élite de este carnaval colonial.  La ausencia indígena, de trabajadores y de esclavos era total. Gracias a esto las expresiones culturales españolas se mantenían intactas, sin contaminación.  Solo era una catarsis social.

Pero la realidad se fue transformando.  Fue aumentando la composición de la población.  Prácticamente no había mujeres españolas, las indígenas eran un recuerdo y nada máshabía negras y mulatas, hijas de blancos con negras, de donde nacieron las mujeres más  hermosas de la creación.

Y con el tiempo, las y los mulatos  crecieron como espiral y se convirtieron en mayorías.   Los mestizos había que buscarlo con lupas, la población “blanca”, descendiente de españoles estaba disminuida al máximo, entonces nos convertimos en el pueblo más mulato del mundo, pero al mismo tiempo el más creativo de la tierra.

A pesar del peso que le daban originalmente a la “selva”, lo transformamos todo, y creamos cosas nuevas. Pero esto no es obra exclusiva de élites, de intelectuales ni de universitarios.  Estos estaban alienados, castrados y colonizados.  Fue el pueblo, mulatos y negros, repleto de “analfabetos”, los creadores, los transformadores, que iban cada vez másasumiendo conciencia de su identidad, en un proceso irreverente de criollización.  No se sentían españoles, los denunciaba el espejo,  ni tampoco africanos, sino dominicanos.

Esos niveles de conciencia, se acrecentaban históricamente.  Cuando, por ejemplo, se comenzaron a romper las murallas coloniales y surgieron nuevos barrios populares, estos no fueron ocupados por las élites tradicionales, sino por sobrevivientes que comenzaron a huir de los campos.  La transformación de San Carlos y Villa Duarte, el surgimiento Villa Juana, Mejoramiento Social, Villa Francisca, etc., entre otros, fueron sus actores, trabajadores, chiriperos, pintores de Brocha Gorda, mecánicos, albañiles, panaderos, riferos, guardias, policías, etc.,  recreando al carnaval de la ciudad de Santo Domingo.

En casi su totalidad apenas conocían la escuela y como la universidad les quedaba retirado, nunca pasaron cerca de ella.  El carnaval que vino de España ni siquiera era ya una nostalgia. No existía desde hace años. Había desaparecido. Ahora, había un nuevo carnaval con nuevos temas y nuevos personajes. Ahora existía un carnaval mulato, a propósito del Día Mundial de la Cultura Africana y Afroamericana.