Por Dagoberto Tejeda Ortiz
Tempranito, antes de que saliera el sol, bandas de mariposas de San Juan circulaban por la orilla del río Baní, en los alrededores del Cucurucho, buscando néctar de abrojos amarillos y rojos, que saludaban el despertar de abejas que ofrecían miel a la vida, mientras salía humo de invitación de un jarro con te, café, jengibre o chocolate casero, para ser endulzado con raspadura traída del Maniel.
Habían muchas expectativas, un silencio total apenas permitía el sonido de la respiración, hasta que Claudina, la partera del pueblo, gritó ¡Es un niño! Nació ¡Félix Peguero Lora! La alegría y la felicidad de Don Pablo Peguero y Doña Morena Lora, que ya contaban por lo menos con dos varones y cinco hembras. ¡Era el padre y la madre más felicites del mundo!
Desde pequeño, Félix, mostró una inteligencia particular. Aprendió a leer y escribir en escuelitas particulares con maestras llenas de amor, dedicadas a tiempo completo, donde cada niña o niño tenía que llevar, además de sus cuadernos y lápices, la sillita para sentarse, normalmente debajo de un árbol.
En Baní, para la época no había Escuela Normal. Los pretendientes eran enviados a San Cristóbal a realizar los exámenes del bachillerato. Al terminar, con calificaciones sobresalientes, Félix ingresó a la restringida Universidad de Santo Domingo, espacio de Educación Superior de la élite, graduándose de abogado, siendo uno de los primeros banilejos en alcanzar esa distinción profesional en 1943,
Eso fue todo un acontecimiento familiar que trascendió socialmente. La sociedad Renacimiento, de la cual era Presidente, celebró un rumboso baile para celebrar su graduación y otras instituciones se sumaron a este acontecimiento.
Inmediatamente recibió su título como abogado, comenzó su ejercicio profesional, abriendo una novedosa oficina que le acarreó numerosos clientes de diversos sectores sociales. Con un presente y futuro asegurado, contrajo matrimonio con Luisa Echavarría, los cuales procrearon ocho hijos.
Fue bautizado por el pueblo como “Felito”, a pesar de su título de “abogado” nunca renuncio a su apodo. Su formación cultural iba más allá de la Universidad, era un incansable lector, en una época donde el saber definía niveles de prestigio y no solo los apellidos, en un contexto donde en Baní, había tradiciones familiares de solidos intelectuales como la familia Herrera, Cabral, Inchausteguí, etc.
Tenía el antecedente positivo de su labor educativa cultural como Presidente de la Sociedad Renovación, donde se destacó como un joven dirigente intelectual. Su proyección social iba en aumento, al ser electo como Presidente del Casino de la élite del pueblo y Presidente local del poderoso Partido Dominicana, mano política de la dictadura Trujillista.
Felito tenía trazada una trayectoria de triunfos. Era un joven afortunado de inmenso porvenir político. Sabia de los celos, de los egos y las intrigas políticas locales. Al frente de la sociedad recreativa-cultural Renacimiento, propuso y se logró el funcionamiento de la Escuela Normal en Baní, gracias al esfuerzo del Doctor Raúl Abreu Miniño, con la participación gratuita de personalidades, profesionales e intelectuales banilejos de la época.
Desempeñándose como Presidente del Casino, propuso y fue aceptada la colocación de una tarja que agradeciera a Trujillo la iniciativa de entregarle a Baní una imponente edificación que llenaba de orgullo a esa institución recreativa-social-cultural.
Felito era un joven trujillista que se convirtió en líder rápidamente. En las dictaduras esto era peligroso. La envidia siempre descansa en las mediocridades y en los chismes. De todas maneras, su personalidad no le permitía ser anónimo. Su presencia era exigida, en las reafirmaciones trujillistas, por eso, fue uno de los oradores principales en la Semana Releccionista en noviembre en 1946, cuando se planteada que Trujillo siguiera al frente del Estado.
Había celos y conflictos internos en el núcleo tradicional trujillista en Bani. La relación de Felito con gran parte de su clientela, donde se debatía la realidad del pueblo, le fue abriendo los ojos sobe la dictadura, le dio náuseas y comenzó poco a poco alejarse de la misma, terminando en unas dimensión anti trujillista. Con algunos “amigos” se le fue la lengua. El régimen se enteró y pasó a vigilarlo. Felito era un peligro, porque era demasiado brillante. Había que eliminarlo.
Pero los servicios de inteligencia no admitían que era una actitud individual. Él tenía que ser el jefe de un núcleo o parte de una célula antirujillista clandestina en Baní. Aprovecharon que estaba en diligencias en la capital (Santo Domingo), lo secuestraron y lo torturaron con estocadas de bayonetas para que hablara, para que delatará a los demás. Su respuesta valiente fue el silencio y eso le apresuró la muerte. Felito, estaba acompañado de Tití León cuando lo detuvieron, el cual vio a los militares asesinos. ¡Volvió de nuevo a triunfar la impunidad!.
Pero su figura era demasiada importante. No bastaba eliminar su cuerpo. Había que dar un ejemplo en Baní. Para mandar un mensaje macabro lleno de terror, tiraron su cuerpo mutilado, a un lado de la carretera, para decir: ¡Esto le pasa a los enemigos del Jefe! Mon Bello, chofer público, se encontró con el cadáver, el cual había sido visto y reportado antes, por Félix un panadero de la Panadería Yolanda que vendía pan todos los días en Nizao.
El 6 de febrero de 1954, esto causó una conmoción en Baní, Nadie lo creía y todo el mundo estaba indignado. El pueblo sabía que era un crimen político trujillista. Yo vi a Felito en la caja con su traje y su porte señorial desafiante. También vi muestras de solidaridad. Jamás lo he olvidado. Este fue el crimen más dramático, más repudiado, que conmocionó el corazón de todos los banilejos. ¡Félix Peguero Lora, mártir y héroe de la patria!