Trujillo destruyó sus propulsores

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Rafael Leonidas Trujillo Molina

Por Roberto Valenzuela

Encabezado por el mismo Horacio Vásquez, los políticos e intelectuales de la época subestimaron al general Rafael Leónidas Trujillo Molina. Tal vez pensaban que se trataba de un guardia bruto, alguien a quien podían manejar.

El presidente Horacio Vásquez aupó a Trujillo, lo consideraba como un hijo (así lo repetía), hasta llevarlo a jefe del Ejército.  Trujillo le dio un golpe de Estado: lo destruyó políticamente y lo envenenó con arsénico. 

Para el golpe de Estado, del 23 de febrero de 1930, Trujillo se alió a las dos principales figuras políticas de ese momento. Uno era una leyenda de la montonera: el principal caudillo militar dominicano, el senador de Montecristi, Desiderio Arias, líder del Partido Liberal.

El otro fue uno de los más grandes intelectuales, un fenómeno de popularidad, fundamentalmente en Santiago de los Caballeros, Rafael Estrella Ureña, líder del Partido Republicano.

Después que los tres (Trujillo, Arias, Ureña), con los métodos más espurios, desalojaron del poder a Vásquez, Estrella Ureña asume la presidencia de la República de forma interina.  

AUTOR: Roberto Valenzuela – Periodista

“Organizaron” las elecciones más sangrientas de la historia, según el historiador Darío Herrera, oriundo de Mao y autor de la obra “La agitada vida de Estrella Ureña”.

 “Fue funesto, fue algo sangriento, mucha sangre: nunca se había visto una campaña electoral realizada por el Ejército.  Mataron mucha gente en todos los pueblos. En mi pueblo, Mao, amarraron en palos a los seguidores de Federico Velásquez” (y les daban pelas), explica Herrera. Velásquez era el líder del Partido Progresista. 

Trujillo fue “electo” presidente, Rafael Estrella vicepresidente y Arias senador.     

Entonces, Trujillo ordenó que Arias fuera decapitado: después de un desigual enfrentamiento con la guardia trujillista en una loma de Gurabo, en Mao, el 21 de junio de 1931, cayó herido, una bala le atravesó la espina dorsal. Mientras yacía caído, el teniente Ludovino Fernández, famoso por su salvajismo, le cercenó la cabeza de un machetazo.

En la noche llevaron a Trujillo la cabeza del legendario guerrillero en un macuto a un baile en Mao. Le fue entregada como un trofeo. Él se mostró disgustado y ordenó que la juntaran a su cuerpo, según un relato del Diario Libre.

Darío Herrera explica que al ver Ureña el poder, la perversidad de que era capaz Trujillo, se metió en miedo y se exilió. Pero negoció su regreso al país. Entonces, dice Herrera que Trujillo lo sometió a las más grandes humillaciones a que se pueda someter una persona. Lo acusó de matar un dirigente político en Santiago, lo pasearon esposado por las calles de la ciudad. Después lo obligó a que se juramente en el trujillista Partido Dominicano.

Por el hostigamiento y las torturas, Estrella se enfermó: tenía apendicitis. “Hay evidencias que Trujillo lo mató con arsénico»: el historiador Emilio Cordero Michel afirma que tiene informaciones fehacientes sobre ese hecho. En su lecho de muerte gritaba que le estaban inyectando veneno por la sangre. Es casi seguro que Trujillo lo haya envenenado con arsénico, como lo hizo con Horacio Vásquez”, indica Herrera.