Por casi 70 años, el reconocido cantante lareño ha sido una de la voces más importantes de la música puertorriqueña y en entrevista con El Nuevo Día, repasa su trayectoria y reflexiona sobre su carrera artística.
POR VICTOR RAMOS GACIA – PERIODICO EL NUEVO DIA – PUERTO RICO
Cuando era un niño, Odilio González solía cantar en funerales en su nativo pueblo de Lares. Su vida, en ese entonces, era muy distinta. González sabe lo que es la verdadera pobreza. Pero a pesar de no recibir ninguna educación formal en música, encontró su voz a muy temprana edad.
“Éramos una familia bien pobrecita. Yo fui descalzo a la escuela. Empecé en los velorios cantao’s, con los aficionados en las cositas de campo y luego, de ahí nos llevaron a un programita de aficionados que había aquí en Arecibo. Y fue rapidito, porque de ahí me dieron una carta para que fuera a donde (Rafael) Quiñones Vidal, que era lo más grande que había aquí en esa época, que trabajaba con WKAQ, la primera emisora que vino acá, y de ahí me llevaron para televisión. Ya en el 56, estaba cantando en el Teatro Puerto Rico, en Nueva York”, recuerda sentado en una silla mecedora en el balcón de la casa en la que ha vivido la mayor parte de su vida
Tendría unos 13 o 14 años. “Yo empecé a grabar en el 56. Era un nene, todavía tenía la voz de nene. No había cambiado a la voz de adolescente. No crecí mucho tampoco…”, dice con una risa pícara reconociendo que su estatura nunca ha sido uno de sus atributos.
Desde entonces, un pseudónimo ha acompañado su nombre. “Toda la vida me han conocido como ‘El Jibarito de Lares’ porque yo comencé cantando la música jíbara autóctona puertorriqueña, la décima, el aguinaldo”.
Fue a través de la música típica puertorriqueña que logró cosechar algunos de sus primeros éxitos. En las portadas de sus primeras producciones se puede ver una versión casi caricaturizada suya. Un hombre delgado, de rostro juvenil y bigote de lápiz, las mangas de la camisa enrolladas, un machete en la mano y una pava con “JIBARITO DE LARES” escrito en mayúsculas.
“Yo empecé a grabar en Nueva York. La mayor parte de las grabaciones fueron junto a Yomo Toro y Nieves Quintero, que eran los grandes que estaban allá en esa época. Y luego, llegó el cambio en el 59, cuando hice el primer bolero jíbaro, que le llamaban”.
Algunos éxitos: “Mercedita”, “Dos lazos”, “De rodillas”, “La mano de Dios”, “Entre espumas”, “La rueda”, “Celos sin motivos”, “El paquetero”, “Eres todo para mí” y “Ruta de trenes”. El metal de su voz es extraño, distintivo. Su cantar es agudo y resonante; emotivo y, ciertamente, único. No hay ninguna voz como la suya y quizás ha sido ese el secreto de su éxito.
“Tengo más de 50 temas que son clásicos. Yo soy uno de los puertorriqueños que más ha grabado, según Viera Discos, que era uno de los más conocedores del mercado del disco de Puerto Rico. Yo paso de ciento y pico de producciones grabadas”, explica.
Su vida en Estados Unidos fue intensa. “Desde que llegué estuve con Claudio Ferrer y su conjunto en Nueva York. Eso era lo más grande que había establecido en aquella época. Era cuando, en el Teatro Puerto Rico, tú cantabas algo de la bandera de Puerto Rico y eso se iba a caer”.
“Aquella época era cuando en los aviones llevaban jueyes, llevaban gallinas, llegaba arroz con pollo, la guagua aérea, le decían. El pasaje valía $45, era la Trans Caribbean. Le decían ‘La Tranca’. Y había un vuelo que le decían ‘kikirikí’, ahí iban todos los que recogían tomates [que iban a trabajar]. Ahí me colaba yo. Para no pagar mucho, los empresarios me metían en ese vuelo”, dice con algo de nostalgia. “Llegar allí no era fácil. Los primeros años el problema era el frío, no estaba acostumbrado a él. En aquella época se hacían 21 shows a la semana, tres shows diarios, a las 2, a las 6 y a las 9 de la noche”.
Pero Nueva York fue su puerta al mundo. Llegó a Venezuela, Colombia, Ecuador, República Dominicana y hasta Hawái. Fue durante uno de esos viajes que conoció de otro tema que grabaría con mucho éxito.
“‘Mi viejo’ la grabamos en Venezuela. En esa época estábamos Danny Rivera y yo en una gira por Venezuela y llegó este muchacho, vivía en Argentina, salió de un seminario y se dedicaba a cantar temas así, se llama Piero. Era un muchachito jovencito, era tremenda persona, un ser humano extraordinario”.
González también fue el primero en grabar uno de los temas más populares y celebrados de la décima puertorriqueña. Mucho antes de que Charlie Aponte y El Gran Combo hicieran su versión, el jibarito ya había dado voz a los versos de “La loma del tamarindo”.
Pero quizás una de sus hazañas más extrañas, y ciertamente una de la que él mismo se siente un poco confundido, ha sido su influencia en el origen de la bachata. “Su estilo pueblerino, más bien ‘ajibarado’, de interpretar el bolero, sirvió de fuente inspiradora al surgimiento del estilo dominicano llamado bachata. Así se lo han asegurado al autor de esta reseña biográfica varios de los más representativos exponentes de esta onda, tan en boga durante los últimos tiempos, algunos de los cuales hasta le han rendido tributos discográficos. Y es importante recalcar el dato de que así me lo aseveró, también, en agosto de 1993, el empresario radial y discográfico Radhamés Aracena, bajo cuya etiqueta La Guarachita se ampararon y catapultaron todos los bachateros pioneros”, lee parte de su biografía en la Fundación para la Cultura Popular.
“Eso dicen los grandes en Santo Domingo, que yo soy el propulsor de la bachata. Ellos se agarraron, mayormente, del cuatro de Yomo Toro, entonces, cogieron la guitarra, pusieron una güira y lo adelantaron, lo adelantaron y le pusieron bachata. La República Dominicana es mi segunda patria, honestamente, la gente allí me adora”, explica.
Y aunque lleva casi 70 años de carrera, Odilio no muestra señales de querer detenerse. “Me ha ido muy bien, gracias a Dios, todavía lleno plazas a capacidad”, dice con orgullo.
¿Cómo logra mantenerse vigente y activo?
“Eso depende de aquel que está frente a ti. Cuando ves esa plaza llena, de donde no hay, tú lo sacas”, dice. Aunque también admite que a veces llega un poco de ayuda. “Mucha gente me lleva hasta canequitas. Las señora las sacan de las carteras. A veces me traigo mi canequita, para tenerla ahí también”, dice, por si acaso.
Pero si algo ha logrado hacerlo mantenerse activo y presente, ha sido lo que considera uno de sus atributos más importantes. “La humildad. La humildad no hay dinero que la compre”.
Tampoco olvida sus orígenes, después de todo, sigue siendo aquel muchacho de Lares que caminaba descalzo a la escuela y cantaba en los velorios. “De ahí vengo yo. El orgullo más grande mío es saber de dónde vengo. De la humildad, la sencillez de una familia extremadamente pobre y sacrificada”.
Y después de casi siete décadas en la música, todavía tiene mucho que decir sobre Puerto Rico y su gente. Sentado en la mecedora en su balcón mira hacia la calle frente a su casa mientras un viento leve le despeina el pelo un poco.
“Me siento agradecido. A estos muchachos de ahora: mucha disciplina, sobre todo humildad, respeto. No sé que nos está pasando, pero estamos perdiendo mucho de nuestro país y depende de nosotros. Puerto Rico somos nosotros”.
Odilio González se estará presentando junto a Wilson Torres en un espectáculo titulado “Wilson y Odilio: Dos lareños para la historia”. Los dos artistas oriundos del pueblo de Lares combinarán música y comedia el sábado, 3 de junio, a las 7:30 p. m., en el Centro de Bellas Artes de Caguas. Los boletos están disponibles en ticketera.com.