Haití tuvo emperador, rey y presidente

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Por Roberto Valenzuela

En la batalla para que Santiago de los Caballeros sea fijada como la capital dominicana, en lugar de Santo Domingo, salió a flote la visión del futuro patricio Juan Pablo Duarte de que, si el país se dividía, al igual que Haití, estaba destinado a la miseria eterna.

Duarte se refería a que la anarquía, las divisiones políticas de Haití, a pesar de tener algunas revoluciones progresistas, no permite su desarrollo porque se matan entre ellos mismos.

Para que el lector tenga una idea de cómo los haitianos se destruyen, el 22 de septiembre de 1804, el entonces Gobernador General de Haití, general Jean-Jacques Dessalines, se declaró emperador con el nombre de “Jacques I”, iniciando de esa manera una monarquía.

No obstante, su gestión dictatorial fue de corta duración, el “emperador Jacques I” fue traicionado y asesinado el 17 de octubre de 1806. 

Se comenta que el plan fue orquestado por dos miembros destacados de la administración de Dessalines: los generales Alexandre Pétion y Henri Christophe.  Muerto Dessalines, en medio de un caos total, Petión y Christophe se repartieron el país.

En 1807, el negro Henri Christophe estableció un reino en el Norte, convirtiéndose en rey. En el Sur, el mulato Alexandre Pétion estableció una república. 

RD imitó a Haití

Aunque Duarte estaba en el exilio en Venezuela, su punto de vista unificador salió a flote cuando el 8 de julio de 1857 la República Dominicana tenía dos gobiernos, uno en Santiago, encabezado por el general José Desiderio Valverde, y el abogado Benigno Filomeno Rojas, vicepresidente. Los dos contaban con el apoyo de los productores de tabaco y el comercio del Cibao. El otro gobierno estaba en Santo Domingo, dirigido por Buenaventura Báez.

Con la intervención del general Pedro Santana, Báez fue derrotado. Vino la desavenencia entre Santana y los revolucionarios de Santiago. Los santiagueros insistían en que la capital debía ser Santiago y no Santo Domingo.

Para tratar de subsanar el malestar que causó el hecho de que no se escogiera a Santiago como la capital del país, los conservadores santanistas emitieron una proclama pública. Exhortaban a los habitantes de las provincias del Sur y a sus hermanos de las provincias del Cibao a unirse y discutir los intereses comunes de la patria, sin ambiciones particulares y en medio de la calma que correspondía.

Expresaban que unida la República, podía ser fuerte y feliz, ya que tenía grandes elementos y recursos con los cuales contar; y que divididos caminarían hacia la ruina y serían juguete de las pasiones y de la ambición de un corto número de individuos.

Esta última exhortación a la unidad de los dominicanos evocaba el célebre discurso del patricio Juan Pablo Duarte, en Puerto Plata, luego de su aclamación como Presidente en Santiago, cuando llamó a los dominicanos a ser unidos si querían ser felices; y, por supuesto, lo que vislumbró Duarte era que no nos sucediera el mismo fraccionamiento entre el Norte y el Sur que había padecido la República de Haití. 

Fuente: AGN (Escrito de Américo Moreta Castillo) y el muro de Facebook del investigador Federico Cabrera.