POR ROBERT VERAS
Hoy, en medio de un mar de frustración y desesperanza, alzamos nuestra voz contra un enemigo que ha venido corroyendo las bases mismas de nuestra sociedad: la corrupción administrativa en las instituciones gubernamentales. Un cáncer que se ha infiltrado en los estamentos más altos de poder y que amenaza con socavar los cimientos de la democracia y la confianza en nuestras instituciones.
La corrupción, ese flagelo que parecía estar lejos, se ha adueñado de las entidades gubernamentales, minando la fe de los ciudadanos en la honestidad y la integridad de sus líderes. Los casos de desfalco de fondos públicos, sobornos, malversación y nepotismo se han vuelto moneda corriente, dejando en la sombra a quienes luchan por una gestión transparente y responsable.
Las instituciones que deberían velar por el bienestar de la población, por el respeto a las leyes y la justicia, son hoy el escenario de innumerables actos de corrupción que quedan en la impunidad. La opacidad y la falta de transparencia se han convertido en sinónimos del quehacer gubernamental, y es la ciudadanía la que sufre las consecuencias.
La falta de consecuencias para aquellos que abusan de su poder y participan en actos corruptos solo perpetúa el problema. Las leyes se aplican de manera desigual, y la justicia parece estar a la venta para aquellos con recursos suficientes para evitarla. Mientras tanto, los más vulnerables pagan el precio más alto de esta desigualdad.
Es indignante ver cómo algunos funcionarios públicos, en lugar de servir al interés general, se enriquecen a costa del erario público. Los recursos que deberían destinarse a mejorar la educación, la salud, la infraestructura y el bienestar social son desviados para alimentar la avaricia de unos pocos. Esta situación no puede seguir siendo tolerada.
Es hora de un cambio. La corrupción y la impunidad en el gobierno no pueden ser ignoradas ni toleradas. Los ciudadanos debemos levantar la voz y exigir cuentas claras y justicia para aquellos que traicionan la confianza depositada en ellos.
Es necesario fortalecer los mecanismos de control y fiscalización, promover una cultura de transparencia y rendición de cuentas, y asegurar que aquellos que cometan actos corruptos sean llevados ante la justicia sin importar su posición o influencia.
Si queremos construir un futuro próspero y justo para todos, debemos erradicar la corrupción de nuestras instituciones. La lucha contra la corrupción es tarea de todos y cada uno de nosotros. No permitamos que la impunidad siga dominando nuestros gobiernos y nuestra sociedad. Es hora de unirnos y decir basta a la corrupción. Solo así podremos construir un país en el que todos podamos confiar y prosperar juntos.