Por Roberto Veras
Jarabacoa, LA VEGA.- En medio de la tranquilidad y el esplendor natural de Jarabacoa, la Semana Santa nos brindó una experiencia inolvidable en la casa de descanso de Triffolio. Entre risas y charlas, se acordó que el sábado sería mi turno de cocinar la pierna de cerdo para el almuerzo.
Con entusiasmo, la esposa y compañera de Triffolio de toda una vida, mi amiga Eduviges, nos lanzamos a la tarea, preparando todos los ingredientes con esmero y dejando la pierna de cerdo en la barbacoa para que se cocinara lentamente.
Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida por un incidente inesperado. La pierna de cerdo, aparentemente más grasosa de lo normal, provocó una llamarada que amenazaba con arruinar todo. En medio del caos, con el peligro latente, escuché a lo lejos la voz urgente de Triffolio: «¡Robert Veras se quema la carne!»
Con la colaboración de todos, especialmente con la rápida intervención de Triffolio y Eduviges, logramos controlar la situación. Aunque la parte superficial de la pierna de cerdo quedó completamente chamuscada, no nos dimos por vencidos.
Con determinación, decidimos darle una segunda oportunidad a la comida. Ajustamos el sazón y, para sorpresa de todos, el resultado fue excepcional.
A pesar del percance, el almuerzo se convirtió en un momento de celebración y camaradería. La pierna de cerdo, rescatada del fuego, se convirtió en el símbolo de nuestra capacidad para superar los obstáculos y disfrutar de los pequeños placeres de la vida.
Y lo más importante, entre risas y anécdotas, no hubo ni una sola queja sobre el sabor de la comida.