Sao Paulo, Brasil.- Lo que hace el gobierno de Israel en Gaza es, como mínimo, “holocáustico”. Tras el extermino de seis millones de judíos por el régimen nazi en la Segunda Gran Guerra, la cultura judaica se apropió del vocablo holocausto, que se deriva del griego holos (todo) y kaustos (quemado), y que alude a antiguos rituales en los que se sacrificaban víctimas entre las llamas.
Por Frei Betto* – Colaborador de Prensa Latina
Resulta cuestionable que el término solo se aplique a las víctimas del nazismo. ¿Cómo llamar a lo que hicieron los colonizadores ibéricos con los indígenas de la América Latina y el Caribe? Según investigaciones llevadas a cabo por el University College of London (UCL) los españoles exterminaron en un siglo a 56 millones de indígenas, el 90 por ciento de la población de esa etnia. Marcelo Grondon y Moema Viezzer (“El mayor genocidio de la historia de la humanidad”, Toledo, PR, Princeps, 2018) calculan que murieron 70 millones de miembros de los pueblos originarios.
No solo los judíos fueron exterminados en los campos de concentración. También lo fueron comunistas, homosexuales y gitanos. No obstante, el epistemicidio (la anulación o segregación de un conocimiento) relega al olvido a los demás sectores sociales llevados a las cámaras de gas. En Berlín, que volví a visitar en febrero último, hay un Museo del Holocausto. No se logró que hubiera un solo museo en homenaje a las víctimas del nazismo. Los comunistas, los gitanos y los homosexuales tuvieron que crear cada uno el suyo.
Lo que hace Israel ahora en Gaza es incalificable. Como es incalificable la complicidad de los países árabes y occidentales con el genocidio que se lleva a cabo allí. Si el siglo XX tuvo un antes y un después de Auschwitz, este inicio del siglo XXI tendrá un antes y un después de Gaza. Nadie, desde Hitler, propagó tanto el antisemitismo como Netanyahu. En cuanto a eso, la “democrisía” (democracia más hipocresía) de los Estados Unidos les lanza por aire provisiones a los sobrevivientes de Gaza y le entrega a Israel por mar las armas que los exterminan.
El pueblo judío nos enseñó a no olvidar jamás. A mantener vivo el pasado en el presente para que no se repita en el futuro. Por eso, ninguna atrocidad merece ser barrida debajo de la alfombra de la historia.
Si Lula no admite, con razón, que haya impunidad para los golpistas del 8 de enero de 2023, ni que se hable de amnistía para ellos, con mayor razón hay que exigir que se castigue a los criminales que, a lo largo de 21 años de dictadura (1964-1985), encarcelaron, torturaron, secuestraron, violaron, desterraron y “desaparecieron” a innumerables brasileños y brasileñas que luchaban por la democracia.
El propio Lula fue un preso político, encarcelado en el Departamento de Orden Político y Social (DOPS) de São Paulo por liderar huelgas consideradas “subversivas”. Eso lo llevó a verse sometido a procesos en el Tribunal Militar de la capital paulista y, más tarde, en el Tribunal Supremo Militar de Brasilia.
¡No olvidar nunca más! De ahí la urgencia de restablecer la Comisión de los Muertos y Desaparecidos Políticos, y de investigar y castigar a militares y civiles que ejecutaron crímenes horrendos y fueron injustamente beneficiados por la insólita Ley de Amnistía de1979. ¿Cómo amnistiar a quien nunca llegó a ser investigado, juzgado y condenado?
Mientras más tiempo continúen impunes integrantes de nuestras Fuerzas Armadas, más amenazada por el golpismo se verá nuestra frágil democracia.
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*Escritor brasileño y fraile dominico, conocido teólogo de la liberación. Educador popular y autor de varios libros