Por Juan Cruz Triffolio
La cuestionable y sempiterna práctica política electoral de compra de consciencia y el sufragio, en la República Dominicana, luce perderse en las brumas del tiempo.
La inmoralidad y perversidad que envuelve el inaceptable comportamiento deja, ética y moralmente, muy mal parado tanto a quien lo promueve como a aquellos que, descaradamente, creen beneficiarse con su oferta.
Sin ánimo de justificar tan reprochable conducta, ahora conceptualizada con el eufemismo de “delito electoral”, procuraremos reproducir parte de una narración registrada en la obra Horacio Vásquez Mensajes y memorias 1924-1930, Tomo II, publicada por el Archivo General de la Nación, en el 2020, donde se registra un precedente digno de no olvidar.
Concretamente, hacemos referencia a una epístola dirigida al presidente del Partido Nacional por Francisco Rodríguez, fiel y enfermizo adepto del gobernante Vásquez, en fecha 28 de diciembre de 1928, desde la culta, carnavalesca y olímpica ciudad de La Vega.
La correspondencia en cuestión se inicia destacando su emisario que escoge ese medio del cual apunta no es partidario “…para llevar a su conocimiento este hecho que puede ocasionar trastornos en las filas del Partido Nacional en el futuro”.
No obstante, lo observado, el informador horacista procedió a manifestarle a su emblemático líder político de origen cibaeño detalles que de seguro despertaron inquietudes en el entonces mandatario de la nación.
Reseña sin cortapisas y de manera categórica que “El dinero que se envió para atender al electorado en esta común ha sido gastado en fines completamente distintos, es decir mejor, han sido sustraídos por personas poco escrupulosas que estaban encargadas de ofrecer a cada votante VEINTE CTVS”.
Tratando de ser más explícito en sus propósitos, Francisco Rodríguez pasó a resaltar que “Esto no sucedió en todas las mesas, pero sí en una gran mayoría, como en la mesa núm. 4 de esta ciudad donde entregaron $25.00 y solo distribuyó Manolito Fernández la suma de $8.00, teniendo que hacer suscrición los amigos para atender a la gente “.
Más adelante, el aludido informante, como aparentes testigos de la situación aludida, señala que lo anteriormente narrado, “…fue presenciado por el señor Ramírez Cues, procurador Gral. de la Corte, Luis Despradel, Ml. De Js. Viñas, hijo, Alberto Valentín, procurador fiscal, Herminio Henríquez y muchos más”, al tiempo que advierte que “Mucha gente bastante disgustada se fue porque no se le daba nada” y por tanto, “Es conveniente que se investigue esto”.
Asimismo, el horacista Francisco Fernández, consigna en su misiva que “En otras mesas sucedió igual, y con esta práctica funesta por cierto, la gente que sabe que envía dinero no está satisfecha”.
Ya al final de su correspondencia, aparentemente interesado en avalar un tanto más su denuncia, sugiere a don Horacio Vásquez que llame a cualquiera de las personas citada en su documento y de esa manera confirmará lo expuesto.
De igual modo, le informa que el señor Alberto Valentín, a quien considera como “persona seria” y “sin vinculaciones políticas” podría “…muy bien decirle todo lo ocurrido” y en consecuencia, confirmarle lo expuesto.
“No permita que esto continúe así, porque se le está haciendo un gran daño a sus amigos”, enfatiza Rodríguez, a manera de observación, al concluir su singular relato, dirigido al líder del Partido Nacional.
Como epílogo de estos apuntes y a manera de moraleja, quizás resulte interesante destacar la objetable y nociva pericia de compra y venta de conciencia a través del voto nunca ha resultado ser conveniente para el auténtico fortalecimiento del proceso democrático dominicano, fuera de poner al desnudo una corruptela cuestionable e inaceptable, en cualquier momento, sin importar el posicionamiento y la connotación de sus perversos protagonistas.
Empañar con ese tipo de actuación el derecho de elegir y ser elegido es, quiérase o no, una evidencia del subdesarrollo político a superar, tendente a contaminar, significativamente, un modelo de gobernanza que ha estar siempre cimentado en la pulcritud, la transparencia y la pluralidad sin límites.
Definitivamente, es este ignominioso comportamiento ciudadano, repugnable por demás, el que nos obliga, amargamente, a concluir destacando que, en nuestro país, tal como acontece en otras realidades sociales similares, es una lástima que algunos de nuestros representativos del llamado liderazgo político lucen no ser capaces de administrar con pulcritud los recursos públicos y al mismo tiempo caminar con camisas desteñidas y zapatos rotos.
Ojalá no transcurra mucho tiempo y las cosas resulten diferentes…!!