Por Juan Cruz Triffolio
En ocasiones tiendo a afirmar que no existen dos realidades más parecidas que la plaga del comején y la generación de desechos sólidos urbanos, sobre todo, cuando las autoridades responsables procuran la limpieza de una demarcación con el anuncio y la realización de operativos que, al final de la ejecutoria, sólo permiten poner de manifiesto la ineficiencia gerencial municipal.
El proceso de manejo, recolección, transporte y disposición final de la denominada basura no es un asunto de protagonismo y euforia para alcanzar notoriedad periodística.
Es un servicio complejo que exige de una serena reflexión, cuidadosa planificación, aplicación de recursos considerable y, fundamentalmente, de una correcta valoración del trabajo en equipo.
No basta con modernas y resistentes unidades vehiculares y un exorbitante equipo humano, sin autoestima y carente de instrucciones técnicas, precisas y pertinentes, pero tampoco, con los deseos y las buenas intenciones de un ejecutivo del municipio.
Se requiere no obviar otras exigencias si en verdad procuramos, significativamente, el reinado de la limpieza tendente a contribuir a la salud colectiva.
La limpieza urbana es una exigente responsabilidad municipal que envuelve múltiples aristas si en realidad se pretende eficiencia.
Exige de un pensamiento frío y de un equipo de trabajo para el cual no existen días feriados ni evasivas acomodaticias.
Es una digna labor social en donde se requiere una afinidad de criterios, indisoluble, entre una unidad técnica calificada, con verdadera vocación de servicio y experiencia en el diseño y la planificación, acompañada de un brazo ejecutor capaz de interiorizar la validez y la trascendencia comunitaria que caracteriza a sus acciones, previamente concebidas y socializadas de manera permanente y sistemática.
Necesariamente, no es un asunto de novismo pero tampoco de sobredimensionar y borrar lo positivo del pasado, a veces por mezquindades, en ánimo de magnificar a mortales embriagados de ínfulas de seres todopoderosos, carentes de una auténtica visión sobre lo que envuelve el porvenir.
Superar el angustioso y contaminante problema de la acumulación de desechos sólidos ha de ser el resultado de un trabajo colectivo donde, ante que todo, hay que despertar, en los diversos representativos de las distintas fuerzas vivas del conglomerado social, un ineludible compromiso que posibilite ser incluidos y aquilatados como genuinos sujetos y protagonistas de su propio destino.
Tal inclusión no ha de ser el producto de una hueca y populista retórica coyuntural y por tanto, sin sentido.
Siendo de esa manera, es posible cifrar la certidumbre de que en materia de limpieza urbana, entre otras responsabilidades municipales, la realidad terminaría siendo esperanzadora y estimulante para robustecer el sentido de identidad y pertenencia entre los moradores en el área citadina.
Insistir en la autosuficiencia gerencial, colocándose de espalda a la realidad social y sus valiosas expresiones organizativas, es continuar haciendo más de lo mismo y en consecuencia, al final del proceso, tendríamos iguales y lamentables resultados.
Vayamos a la mesa del razonamiento lógico y sereno, sin pausas pero sin prisa, dando paso a la planificación requerida y el constante accionar colectivo, porque a decir verdad, ante un problema común, como lo es la acumulación de desechos sólidos, la solución somos todos.
Sinceramente, aún exista resistencia en asimilarlo, no hay de otra…!!