Las bibliotecas son la esencia de una raza resguardada contra el tiempo
POR LAURA ORTEGA GAMEZ – Granma.cu
«Le tuvo entretenido, como en quehacer doméstico, investigar las curiosidades más recónditas de su Cuba y de su América, y los modos más varios de serles útil». Así dijo Martí, en una ocasión, sobre Antonio Bachiller y Morales, quien, en su intento por servir a la ciencia del país, terminó convirtiéndose en el primer bibliotecario cubano.
Fue profesor universitario, periodista, historiador, jurisconsulto y americanista; sin embargo, fue su pasión por los libros y la ciencia lo que lo llevó a dedicar la mayor parte de su vida a una labor tan noble como la bibliotecología, que, hasta ese momento, no había sido practicada en la Isla, por lo que se considera a Bachiller y Morales el precursor de esta práctica en Cuba.
En honor a su nacimiento, cada 7 de junio se celebra en el país, desde 1950, el Día del Bibliotecario, ilustre tarea que ha servido durante siglos al ser humano, como mecanismo para mantener vivos los libros, que es igual que mantener viva la historia de la humanidad.
Los primeros exponentes de la bibliotecología como ciencia se encuentran en las antiguas civilizaciones de Babilonia, Egipto y Grecia, y, a pesar de sus rústicas técnicas y materiales, no distaban mucho de la labor que se ejerce en la actualidad.
Desde el mensaje escrito sobre una lápida de piedra, hace miles de años, hasta el libro que nunca llegó a ver el lápiz porque nació en un dispositivo electrónico, todos, tarde o temprano, van a parar a las manos de esos seres que se encargan de clasificarlos y brindárselos con mayor facilidad a las personas.
Actualmente, la tecnología ha hecho que no solo se pueda archivar la documentación en su formato físico. El mundo digital abre una nueva brecha también para esta profesión, que se ha visto obligada a evolucionar y transformar en caracteres el olor clásico de las hojas encuadernadas; sin embargo, lo han logrado con maestría, demostrando que, incluso ante nuevas realidades y retos, la bibliotecología será siempre una labor necesaria.
Si de este tema ha de hablarse en nuestro país, no se puede dejar de mencionar el trabajo de la Biblioteca Nacional José Martí, reconocida a nivel internacional por su buen hacer en materia de adquisición, conservación y divulgación del patrimonio bibliográfico del país. En ella se encuentran casi todas las obras y documentos, publicados o no, resultantes de la creación artística, la investigación histórica, la científica; la recreación, el deporte y cualquier otra, que –de conjunto– contribuyen a esclarecer la vida de la sociedad cubana y su nacionalidad.
El arte de acumular los libros y documentos no debe verse como una simple conservación de páginas, que luego serán utilizadas con fines literarios o científicos. Más que eso, las bibliotecas son almacenes de sueños, historias, belleza y conocimiento; son la esencia de una raza resguardada contra el tiempo.