Por Ronny Velásquez
SANTO DOMINGO ESTE, RD.- Es innegable que la vista de las avenidas ha mejorado considerablemente desde la introducción de los grandes contenedores para desechos.
El caos visual que antes representaban las montañas de basura a lo largo de las calles se ha mitigado, devolviendo a las zonas urbanas un aspecto más limpio y ordenado.
A primera vista, podría parecer que hemos dado un gran paso hacia una solución más civilizada y eficaz para la gestión de residuos. Pero, ¿es realmente así?
Desafortunadamente, estos contenedores han traído consigo un problema que no se puede ocultar tan fácilmente: el mal olor. La acumulación de basura en estos receptáculos ha dado lugar a un hedor penetrante que puede sentirse a más de 50 metros de distancia.
Este problema olfativo es más que una simple molestia; es un recordatorio constante de que la solución implementada no es más que una fachada, una pantalla para esconder la realidad de nuestra incapacidad para manejar eficientemente los residuos que generamos.
La gestión de residuos en las ciudades modernas es un desafío complejo. No basta con esconder la basura; es necesario tratarla de manera efectiva y sostenible. Los malos olores indican descomposición y, potencialmente, la proliferación de bacterias y otros patógenos que pueden afectar la salud pública.
La solución no puede ser simplemente trasladar el problema de un lugar visible a uno menos visible pero igual de problemático.
Además, estos olores desagradables afectan la calidad de vida de los habitantes de SDE. Quienes viven y trabajan cerca de estos contenedores deben soportar una molestia diaria que puede afectar su bienestar y su percepción del entorno urbano.
Esta situación subraya la necesidad de abordar la gestión de residuos con una visión más holística y a largo plazo.
Una posible mejora podría ser la implementación de un sistema de recogida de residuos más frecuente, combinado con el uso de tecnologías para el tratamiento inmediato de los desechos orgánicos.
Además, se podrían utilizar contenedores con sistemas de sellado hermético y ventilación controlada para minimizar la emisión de olores.
La educación y concienciación de la ciudadanía también juegan un papel crucial, promoviendo prácticas de reciclaje y compostaje que reduzcan la cantidad de residuos acumulados.
Aunque es un alivio no ver las montañas de basura a lo largo de las avenidas, el mal olor que emanan los grandes contenedores es una señal clara de que nuestro enfoque actual es insuficiente. Necesitamos soluciones más integrales y efectivas que no solo oculten el problema, sino que realmente lo aborden y mitiguen sus efectos adversos.
En agosto próximo, según advierte, Juan Jiménez un experto en el tratamiento de desechos sólidos, se avecina una crisis inevitable en la gestión de residuos. El sistema actual, arcaico y rudimentario, utiliza los espacios públicos, como las aceras, para acumular los desechos.
Esta práctica no solo es ineficiente sino también insostenible desde el punto de vista económico y ambiental.
Uno de los principales problemas identificados es la falta de un adecuado tratamiento del lixiviado y del gas metano generado por estos desechos. El mal olor resultante ya es perceptible, evidenciando el fracaso del sistema en mantener condiciones mínimas de salubridad y bienestar para los ciudadanos.
El experto enfatiza que este modelo de gestión de residuos no es sostenible económicamente debido a la falta de recursos para su mantenimiento y mejora. Además, subraya su insostenibilidad ambiental, pues no se están implementando medidas efectivas para mitigar el impacto negativo en el entorno.
Como consecuencia de estas deficiencias, se anticipa una acumulación crítica de residuos sólidos alrededor de los contenedores, exacerbada por la escasez de recursos económicos destinados a su adecuado manejo y disposición final.
Esta situación no solo representa un riesgo para la salud pública y el bienestar de la comunidad, sino que también evidencia la urgente necesidad de reformar el sistema de gestión de residuos sólidos.
Es de vital importancia que las autoridades competentes actúen de manera decisiva y rápida para implementar soluciones efectivas que garanticen un manejo adecuado y sostenible de los desechos, protegiendo así tanto el medio ambiente como la calidad de vida de los ciudadanos.