Por Juan Cruz Triffolio
Desde hace unos días, releyendo la denominada Cartilla Cívica para el Pueblo Dominicano, valiosa donación recibida de un apreciado intelectual dominicano, refrendada con la autoría del entonces, Ilustre Padre de la Patria Nueva y Primer Maestro de la Nación, Generalísimo Doctor, Benefactor de Patria, Rafael Leónidas Trujillo Molina, admito no salir del asombro al reflexionar sobre su contenido y la atractiva y original ilustración, cargada de colorido, resultado del talento y la creatividad de renombrados artistas de la plástica nacional e internacional.
Hacemos referencia a un documento de redacción sencilla y de fácil asimilación, cuya sexta edición fue realizada en Argentina, en 1951, unos 10 mil ejemplares en total, bajo la responsabilidad de la Secretaria de Estado de Educación y Bellas Artes, para entonces dirigida por el doctor Joaquín Balaguer Ricardo.
De acuerdo a lo expuesto en la Ordenanza emitida por el mencionado organismo oficial, la publicación de la Cartilla Cívica para el Pueblo Dominicano se corresponde con las disposiciones del nuevo Plan de Estudios relativas a la enseñanza de las Ciencias Sociales en la Educación Primaria y la Instrucción Moral y Cívica en la Educación Intermedia.
Como apunte novedoso y si se quiere, inconcebible, procede resaltar que los llamativos dibujos ilustrativos que acompañan los principales temas abordados en el singular documento resaltan los nombres de artistas de los colores, el pincel, el paño y el caballete del prestigio y la sonoridad de los maestros José Vela Zanetti, Yoryi Morel, José Gausach, Hernández Ortega y Silvano Lora.
De igual manera, es prudente señalar que la compilación gráfico-literaria estuvo bajo la responsabilidad de Manuel E. Suncar Chevalier, quien en aquel momento ocupaba la posición de Jefe de la Sección de Canje, Difusión Cultural y Publicaciones del organismo oficial del sector educativo.
Entre las normativas, valores y principios de convivencia social que forman parte del contenido de la Cartilla en cuestión, es evidente que en su meollo, fundamentalmente, se proyecta un contrasentido abismal con la esencia medular de lo que significa una ignominiosa, sangrienta y brutal dictadura, por lo que es lógico no perder de vista que se trata de uno de los tantos sainetes empleados por el déspota sancristobalense con el propósito de encubrir su represivo y esclavizante estilo de gobernanza.
Asimismo, su narrativa, en sentido general y de manera subyacente, enfatiza y fortalece un rígido modelo de control y ordenamiento social con la pretensión de justificar una oprobiosa dictadura que a toda costa pretendía legitimarse como imprescindible y natural.
Veamos a continuación algunos fragmentos, sobre diferentes tópicos, en donde queda de manifiesto lo anteriormente observado.
“Ama a la República por encima de todas las cosas y obedece a su Gobierno, como la mejor manera de hacer la felicidad del pueblo que es tu propia felicidad”.
“Recuerda todos los hombres que han perdido la vida en las revoluciones y te dará horror. La vida tuya estará amenazada si eso se repite. La vida de tus hijos estará perdida si no acabamos con ese mal de una vez y para siempre”.
“Cada Policía es tu mejor defensor; cada miembro del Gobierno tu mejor consejero; y cada Juez tu mejor amigo para darte la razón, si la tienes, o para demostrarte que estabas equivocado, si no tenías razón. Pero nunca te hagas justicia por ti mismo, porque eso puede llevarte a errores peores”.
“Cuida los caminos y ayuda a abrirlos y conservarlos, Trata de que se haga uno nuevo cada vez que un lugar lo necesite, porque el camino es para todos y facilita sacar los frutos, que hacen ricos a los campos que los cultivan y a los pueblos que los compran”.
“Defiéndete de los vicios, que te hacen débil, y ama la virtud, que te da fortaleza y honra, Un vicio puede acabar con una familia y condenar a la desgracia a muchos seres inocentes”.
“Cada vez que pase cerca de ti un asesino, entrégalo a la Justicia, Ese hombre que ha matado a otro, te matará a ti, tal vez, por quitarte lo tuyo. Un criminal no es amigo de nadie y es preciso ponerlo en la cárcel, donde no puede hacer daño y tenga ocasión de corregirse”.
“Si por tu casa pasa un hombre que quiere alterar el orden, hazlo preso: es el peor de los malhechores. El criminal está en la cárcel, ha matado a un hombre o se ha robado una cosa. El revolucionario quiere matar todos los que pueda y cogerse todo lo que encuentre: lo tuyo y lo de tus vecinos: ése es tu peor enemigo”.
“Las autoridades y los hombres de trabajo deben estar unidos, para mantener la paz, que es el bien más grande que puede gozar los pueblos”.
“Trata de que en el Gobierno estén siempre los hombres más enérgicos y honrados, y prepárate tu mismo para defender al pueblo aplicando la ley severamente, si te elevan a la condición de autoridad”.
“No creas en los hombres débiles o corrompidos, porque en sus manos se pierde todo por falta de nobleza y de valor, que son condiciones indispensables para poder gobernar y hacer la felicidad del País”.
Ya al final estas acotaciones, es importante no olvidar, tal como queda evidenciado en las reglas reproducidas y otras que por razón de espacio y tiempo no calquemos, que la indisciplina y la violación de los valores y preceptos establecidos sólo resultaban cuestionables y castigables cuando eran protagonizadas por el ciudadano común pues, cuando se trataba de alguien que encarnaba la representatividad de la autoridad pública y el poder político, conforme a lo vivido en aquellos 31 años de barbarie, no abundaban los casos de autentica corrección para servir de ejemplos a tener en consideración por los pobladores de a pie en esta media isla del Caribe
En pocas palabras, tal como se expresa en el lenguaje popular dominicano, en lo concerniente al acatamiento o no de lo expuesto en la Cartilla Cívica para el Pueblo Dominicano, sólo se aplicaba y aún continúa reeditando, la denominada y cacareada Ley del Embudo.
¡¡Esa es la verdad pura, linda y lironda…!!