Como cantante, era dueño de una afinación impecable que lo acompañó en cada uno de los temas interpretados
Autor GUILLE VILAR – Tomado del Granma.cu
Se cuenta que un musicólogo cubano se encontraba en la capital de un país europeo del antiguo campo socialista, con el objetivo de presentarle a un grupo de académicos un recorrido sonoro por lo mejor de nuestra música popular, hacia comienzos de los años 60. Cuando llegó el turno de escuchar canciones del Benny Moré, indagaron dónde Benny había estudiado música, dónde había estudiado canto. El cubano respondió que su formación fue empírica.
Otra pregunta fue sobre la autoría de algunas de las canciones escuchadas y quién era el arreglista de esas piezas. La respuesta no pudo ser otra: el Benny era el compositor y el arreglista. Lo que desbordó el límite del asombro fue saber que el director de la Banda Gigante era el propio Benny Moré.
Directivos superiores de la institución académica tuvieron que convencer a este grupo de profesores de que no se le estaba tomando el pelo. Valga la anécdota para recordar a esta gloria de la música cubana, con motivo del aniversario 105 de su natalicio.
Natural de Santa Isabel de las Lajas, en la provincia de Cienfuegos, el Benny se convirtió en personalidad de devoción del pueblo cubano. El auténtico artista no sabía leer música, pero componía y cantaba según le dictaba su prodigioso oído, que le funcionaba como todo un radar, pues si mandaba a parar la orquesta, era que algo andaba mal, y con eso no se equivocó jamás.
Benny era capaz de dar las orientaciones pertinentes a cada sección de la orquesta y conseguir una armoniosa sonoridad en su conjunto. Marcaba e indicaba aquellos cortes necesarios, y las diferentes intensidades de los tempos, a la vez que los matices silenciosos contenidos en una obra musical.
Como cantante, era dueño de una afinación impecable que lo acompañó en cada uno de los temas interpretados. Aportaba a cada género la sensibilidad reclamada, sin dejar de ser él mismo, gracias al dominio de los recursos vocales y expresivos de las potencialidades de su voz.
Como director, desarrolló una singular capacidad de comunicarse con sus músicos, de un modo informal y espontáneo, mediante inusuales gestos mientras cantaba; pero obviamente, cada uno de estos gestos tenía absoluta correspondencia con lo que estaba sonando.
Aunque dominaba la gravedad propia de un director tradicional en funciones, él dirigía, literalmente, con todo el cuerpo, auxiliado tanto por el bastón, el sombrero, o por un guiño. Un movimiento de las piernas, al igual que de los hombros, podía funcionar cual inusual batuta, con señales precisas para indicar a los músicos qué hacer en cada momento.
En tiempos de efervescencia del triunfo revolucionario, el Benny rechazó la oferta de un contrato de 20 000 dólares que le hicieron para que abandonara su Patria y se radicara en el extranjero. En un encuentro con Fidel, a propósito de las actuaciones que les iba a ofrecer semanalmente a los alfabetizadores en el anfiteatro de Varadero, cuando el Comandante en Jefe le preguntó que cuánto cobraría por cada presentación, el Benny le respondió: –Ya tú estás haciendo bastante por mi pueblo, consigan el transporte para mi tribu, que todo lo demás corre por mí.
Cada cubano amante de sus raíces debe llevar por siempre a Benny Moré en su corazón.