POR CARLOS NINA GOMEZ
Quizás el título del presente artículo, si el discurrir del inexorable tiempo lo permite, no obedezca a una real concatenación con la inmediatez periodística nacional.
Pero lo que no se cuestiona es que en el universo del periodismo que se ejerce en estos tiempos en República Dominicana hay serias divergencias entre la pulcritud profesional y el bandidaje practicado por farsantes periodistas vendidos al mejor postor.
Esa es una verdad tan evidente -y a la vista de quienes defienden el ejercicio del periodismo más puro- que, como reza un axioma de las matemáticas, no necesita demostración. Y es así ¡Porque la demostración al respecto se observa más clara que el agua cristalina!
En la llamada era de la modernidad comunicacional, hay una disputa frontal entre dos aspectos que salen a la luz y que la entiende sin mucho esfuerzo la opinión pública. Para que el concepto se entienda mejor, en la sociedad dominicana se observan dos tipos de periodistas.
Se trata del periodista conservador -violador flagrante de los principios y sus códigos éticos- y el periodista lineal, que respeta toda la normativa profesional de su actividad.
Analicemos: 1) – El periodista violador del ejercicio profesional y que se sintetiza en no trabajar fundamentado en toda su esencia, la ética y los más elementales postulados.
Además, es el periodista que escribe por encargo, que es lo mismo decir quien realiza un trabajo con miedo, timidez y en ocasiones a cambio de dinero. Se trata del mismo impostor que llega a ejercer poniendo en práctica la extorsión y el chantaje.
A ese periodista irresponsable no le importa tergiversar la verdad que siempre debe ser el norte en el ejercicio del periodismo sano y correcto. ¡La perversidad lo arropa de pies a cabeza!
2.) Describo al periodista lineal: es el que ejerce de manera impoluta, sin sesgo y con una práctica que garantiza la credibilidad… es el periodista que trabaja sin dejar incógnitas, que labora para que no haya incertidumbre y tampoco se registre ningún viso que pueda poner un asterisco a su moral.
La diferencia entre estos dos practicantes del mejor oficio del mundo (como lo bautizó el inmortal periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez), es sencillamente abismal.
No obstante, la batalla entre el ejercicio del periodismo pulcro, eficaz y de altos valores, que contrasta con el que realizan los periodistas mediocres, distorsionadores de la verdad, flagrantes violadores de los principios y la ética, todavía no para.
El gran objetivo es evitar que el periodismo engañoso, y que llena de vergüenza la profesión, siga su curso.
Entonces, pongámosle un stop definitivo al ejercicio del periodismo perverso.