POR YLONKA NACIDIT-PERDOMO
Hilma Contreras era Hilma Concepción. Había nacido un 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción en San Francisco de Macorís, Provincia Duarte. ¿Qué decir sobre Hilma, hoy día de su onomástico?
De una amiga escritora, cuando se es la albacea y custodia de su legado documental, realmente no sé lo que al lector le interese conocer. Quizá la historia de su vida, es posible, con todos los elementos, tópicos o datos inéditos que atraigan por interés o curiosidad, pero para esto tendría que escribir una «nouvelle», con un esquema donde me permitan unas licencias o no, porque todo podría depender de dos aspectos que traen todos los claroscuros de una vida, el encanto inconfundible de lo que es vitalmente expositivo desde una biografía y, de lo que presumo en relación a Hilma (1910-2006)), mi lealtad afectiva. Es por eso, que digo que mi lealtad afectiva por ella no es efímera; la incorporo a mi presente; la advierto cuando tengo la oportunidad de escribir o elaborar un texto que no contenga conjeturas, que obedezca a mi razonamiento sobre qué es la exaltación de lo humano cuando una se aparta de los criterios convencionales y, se pretende decir lo que no se puede desmentir porque la persona/personaje ya no está y la labor intelectual o actividad literaria que nos convoca es que se coloque en su justa apreciación su escritura.
En mi caso, solo tengo conmigo «el decir» (desde el recuerdo) para colocar en contexto lo no-dicho por ella, pero sí dicho a mí. Sin embargo, desde que inició mi amistad con Hilma Contreras todo apuntaba, a lo que he expresado en muchas ocasiones: su vida es un enigma y sus textos nos ofrecen pocas claves para descifrar el enigma de su vida.
La obra narrativa de Hilma, entiendo, habla por sí misma, como es el caso su colección de cuentos Entre dos silencios. Detrás de sus cuentos está su historia extratextual, la no narrada, la que llevamos a cuestas las mujeres que nos enmarcamos en un silencio escogido, opcional, para no revelar nuestra propia identidad…