Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO ESTE, RD.- La democracia que tenemos y vivimos hoy día, la debemos a la sangre derramada por hombres y mujeres que imaginaron un mejor futuro para todos.
Un claro ejemplo de esta lucha es el caso de «Los Palmeros», nombre dado a los comandos de la resistencia que recibieron entrenamiento en Cuba.
Este nombre tiene su origen en la abundancia de palmeras que caracterizaban la región de Pinar del Río, lugar donde se encontraba la academia de entrenamiento.
Los Palmeros estaban conformados por valientes como Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo Pérez, Bienvenido Leal Prandy y Ulises Arquímedes Cerón Polanco, entre otros.
Estos comandos de la resistencia dominicana se formaron en diciembre de 1967, durante una reunión en Cuba liderada por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Su propósito era claro: luchar contra las injusticias y la opresión en la República Dominicana.
El sacrificio de Los Palmeros alcanzó un momento álgido la madrugada del 12 de enero de 1972, en unos terrenos abandonados cerca del kilómetro 14 y medio de la autopista Las Américas.
En ese lugar, centenares de miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional participaron en un operativo contra cuatro jóvenes acusados de asaltar una sucursal de The Royal Bank of Canada en Santo Domingo.
Este enfrentamiento no solo marcó el fin de estos héroes, sino también simbolizó la determinación y el sacrificio por una patria libre.
Es lamentable que las autoridades nacionales y locales hayan abandonado este lugar cargado de significado histórico. El espacio donde ocurrieron estos hechos está rodeado de basura, sus calles están en total descuido, y el entorno refleja una falta de compromiso con la memoria histórica.
En lugar de ser un sitio que inspire respeto y reflexión, se asemeja a un escenario de pobreza extrema, como si se tratara de un pueblo africano olvidado. Las calles sin pavimentar y las aguas de lluvia estancadas completan una visión de descuido inaceptable.
Honrar a Los Palmeros no solo implica recordar sus nombres y sus acciones, sino también preservar los espacios que dieron testimonio de su sacrificio.
Es vital que las autoridades tomen acciones inmediatas para rescatar y dignificar este lugar, convirtiéndolo en un sitio de memoria histórica que inspire a las futuras generaciones a valorar y defender la democracia que hoy disfrutamos.
El abandono actual no solo deshonra su legado, sino que también refleja una preocupante indiferencia hacia nuestra propia historia.