Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO, RD.- Recientemente, un video que circula en redes sociales ha suscitado una ola de preocupación entre los seguidores del maestro José Cestero, uno de los artistas plásticos más importantes de la República Dominicana.
En este clip, el reconocido creador de 87 años aparece en una situación que ha llevado a algunas personas a sugerir que se encuentra en condiciones de indigencia. Sin embargo, esta imagen no refleja la realidad de su vida actual, como han aclarado su representante y amigo, Rolando Leclerc, junto al fundador del Museo José Cestero.
Es fundamental comprender que el maestro Cestero, galardonado con el Premio Nacional de Artes Visuales en 2015, no está solo en este momento de su vida. A pesar de las dificultades que la vejez puede traer consigo, como lo evidencian sus problemas para controlar sus esfínteres.
El artista cuenta con el respaldo de un círculo cercano de personas que se han comprometido a cuidar de él. Entre ellas se encuentra Leclerc, quien ha enfatizado que Cestero recibe una pensión mensual del Estado, lo que le asegura un nivel de estabilidad económica.
La situación del maestro Cestero es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de cómo, incluso los grandes talentos, pueden enfrentar desafíos en su vejez. Es crucial que la comunidad artística y el público en general comprendan que el respeto y la dignidad no deben verse empañados por momentos de vulnerabilidad. El arte, en su esencia, no solo refleja la belleza y la creatividad, sino que también es un testimonio del ser humano en todas sus dimensiones, incluidas las más desafiantes.
La difusión de este video ha generado un debate sobre la responsabilidad que tenemos como sociedad al abordar la vida de nuestros artistas. En lugar de perpetuar un relato de desamparo, es vital resaltar la importancia del apoyo comunitario y el reconocimiento del legado que artistas como Cestero han dejado.
Su obra, rica en matices y significados, continúa inspirando a generaciones, y su historia personal es un recordatorio de que detrás de cada creación hay un ser humano con sueños, luchas y, sobre todo, dignidad.
Es nuestro deber como seguidores y amantes del arte proteger esa dignidad y asegurarnos de que figuras como José Cestero reciban el respeto y el cuidado que merecen. Debemos fomentar un diálogo que no solo visibilice las dificultades que enfrentan nuestros artistas envejecidos, sino que también celebre sus contribuciones y garantice que nunca se sientan solos en su camino.
En conclusión, el maestro Cestero no es indigente, sino un símbolo de la riqueza cultural de la República Dominicana. Su vida y obra merecen no solo nuestro respeto, sino también nuestra acción para asegurar que su legado perdure y que él reciba el cuidado y la atención que le corresponden en esta etapa de su vida. La comunidad artística tiene la responsabilidad de cuidar de sus propios y de recordar que cada artista, independientemente de su situación, merece vivir con dignidad y amor.