La astucia de Lilís en el Teatro Quisqueya, un empate digno de Salomón

0
48

Por Roberto Veras

SANTO DOMINGO, RD.- En el bullicioso sector de San Carlos, se alzó una noche el telón del Teatro Quisqueya. La función tenía un propósito noble: recaudar fondos para apoyar la primera revolución cubana. Jóvenes apasionados se convirtieron en actores improvisados, usando el arte como arma para luchar por la libertad de un pueblo hermano.

En medio de la escena, un puertorriqueño tomó el centro del escenario. Con voz firme y mirada encendida, comenzó un discurso fogoso contra el gobierno español, cargado de pasión y rebeldía. Las palabras volaban como flechas, resonando en los corazones de los presentes. Pero en medio de aquel fervor revolucionario, una voz urgente se acercó al orador: “¡El general Lilís ha entrado al teatro!”

El joven periodista del Listín Diario, al escuchar el nombre de Ulises Heureaux, conocido como Lilís, supo que debía actuar con rapidez y astucia. Sin perder la compostura, cambió el rumbo de sus palabras, hilando con destreza un discurso sobre la buena influencia de la religión católica. Las alabanzas a la fe y la virtud fluyeron con tal maestría que el público, ajeno a la maniobra, estalló en aplausos fervorosos.

Al finalizar la presentación, Lilís se acercó al orador con una sonrisa enigmática. “Felicitaciones por ese discurso,” dijo con voz calmada, “pero le noté el empate.” La frase quedó flotando en el aire, cargada de significado. En una simple oración, Lilís había demostrado su inteligencia política y su capacidad para ver más allá de las apariencias.

Como el rey Salomón en sus juicios legendarios, Lilís había entendido el corazón de las palabras del orador. No necesitó interrumpir, confrontar ni acusar. Con una observación sutil y certera, dejó claro que nada escapaba a su mirada sagaz. Pero, al igual que Salomón, eligió la sabiduría sobre la confrontación, permitiendo que la función continuara sin escándalo ni represalias.

Aquella noche, en el Teatro Quisqueya, quedó grabada en la memoria de quienes fueron testigos del ingenio de un joven orador y de la astucia inigualable de un general  que sabía cómo leer entre líneas. Lilís no solo comprendió el “empate” del discurso; comprendió también el juego político y humano que se desplegaba ante sus ojos. Y, como un verdadero Salomón de su tiempo, supo cómo responder sin necesidad de alzar la voz.

Cabe destacar que esta anécdota proviene del libro del acucioso historiador Orlando Inoa, “Ulises Heureaux: Anécdotas y Documentos”, una obra que nos invita a explorar las facetas menos conocidas de uno de los personajes más enigmáticos de la historia dominicana.