Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO, RD.- Hoy nos detenemos a recordar la historia de un hombre cuya valentía y resistencia lo convirtieron en un símbolo de lucha y patriotismo. Hablamos de Cayo Báez, nacido en una comunidad que antiguamente se conocía como «Guanábano», hoy llamada Cayetano Germosén.
Báez creció en el seno de una familia de escasos recursos, y desde muy joven se trasladó a la comunidad de Ojo de Agua, en Salcedo, donde pasó su juventud dedicado a la agricultura.
La historia de Cayo Báez quedó marcada por los duros acontecimientos de la intervención estadounidense de 1916 en la República Dominicana.
Durante esta ocupación, fue apresado por los invasores, quienes lo sometieron a crueles interrogatorios con el fin de obtener información sobre la ubicación de las armas de los patriotas dominicanos que se oponían a la intervención.
Muchos de sus compañeros murieron bajo tortura, y Báez sufrió atroces maltratos físicos que lo marcaron de por vida.
El 25 de mayo de 1923, el poeta Fabio Fiallo presentó en La Vega a este valiente dominicano, destacando su estoicismo ante la brutalidad de los interventores. Báez soportó torturas inhumanas sin delatar a nadie.
Se dice que los ocupantes le colocaron un machete al rojo vivo en el pecho para quebrantar su espíritu, pero su resistencia fue inquebrantable. Su determinación y lealtad a la causa nacional lo convirtieron en un verdadero héroe anónimo de nuestra historia.
A pesar de su valentía y sacrificio, Cayo Báez murió en extrema pobreza en una sección del municipio de Bonao.
Su vida y su lucha deben ser recordadas como ejemplo de la resistencia patriótica y la dignidad de quienes, aun en las circunstancias más adversas, se mantuvieron firmes en defensa de la soberanía dominicana.
Es nuestro deber rescatar y honrar la memoria de hombres como Cayo Báez, para que su legado no quede en el olvido y sirva de inspiración a las futuras generaciones.
