Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO, RD.- En los últimos días, el presidente Luis Abinader y el expresidente Leonel Fernández han ofrecido, por separado, informaciones sobre las infraestructuras realizadas durante sus respectivas gestiones gubernamentales.
Parece que ambos líderes creen que vivimos en un país de memoria frágil, donde los ciudadanos han olvidado todo lo que han hecho en sus respectivos mandatos. Sin embargo, las obras realizadas están ahí, sembradas en cada una de las provincias de la República Dominicana, y la población es testigo de ello.
Más allá de la pugna sobre quién construyó más puentes, carreteras u hospitales, sería más provechoso que ambos dirigentes enfocaran sus diferencias en las necesidades reales de los ciudadanos.
En lugar de enfrascarnos en un debate de cifras y comparaciones históricas, la nación necesita soluciones concretas a problemas urgentes que afectan la vida cotidiana de los dominicanos.
Entre estos problemas destacan tres que requieren atención inmediata. Primero, el alto costo de los artículos de primera necesidad, que golpea fuertemente el bolsillo de las familias dominicanas. La inflación en productos básicos ha reducido el poder adquisitivo, haciendo más difícil la subsistencia de los sectores más vulnerables.
En lugar de discutir sobre quién construyó más infraestructuras, ambos líderes deberían proponer estrategias para garantizar que estos productos lleguen a la población a precios asequibles.
Segundo, la crisis energética sigue siendo un flagelo para el país. Los apagones continúan afectando a los ciudadanos, generando malestar y perjudicando la productividad de las pequeñas y medianas empresas.
La solución a este problema no puede seguir postergándose con promesas vacías o inversiones a medias; se requiere una planificación real y efectiva que garantice un suministro eléctrico estable y confiable.
Tercero, el caos vehicular se ha convertido en una de las mayores pesadillas de quienes habitan en las principales ciudades del país. Las largas horas en embotellamientos afectan la calidad de vida, la productividad y hasta la salud mental de los ciudadanos. El país necesita una verdadera reforma en el tránsito y el transporte público, con medidas estructurales que reduzcan la congestión y mejoren la movilidad urbana.
El verdadero debate de interés nacional no debería ser quién construyó más, sino quién tiene la mejor propuesta para mejorar la vida de la gente. Enfrentar estos problemas con seriedad, en lugar de competir por el crédito de las obras realizadas, sería una muestra de liderazgo responsable y de compromiso con el bienestar de la nación.