«Las vírgenes de Galindo» memoria de una tragedia

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Por Roberto Veras

SANTO DOMINGO, RD.- En los primeros años de 1822, cuando las tropas haitianas ocuparon el territorio, un 29 de mayo quedó marcado en la historia por el fatídico destino de las hermanas Águeda, Ana y Marcela Andújar. Sus vidas quedaron inmortalizadas en el relato «Las vírgenes de Galindo», un estremecedor testimonio recogido por el escritor e historiador César Nicolás Penson en su obra «Cosas añejas».

Los asesinatos de estas tres jóvenes ocurrieron en la estancia de Galindo, donde vivían junto a su padre y a Isabel, una esclava muda que permanecía leal a su antiguo amo, pese a que el régimen de Jean-Pierre Boyer había decretado el fin de la servidumbre. Isabel, a pesar de su condición, representaba un símbolo de fidelidad en tiempos convulsos y de incertidumbre, una época en la que la violencia y la imposición del nuevo orden sembraban el terror en el pueblo dominicano.

El caso de las vírgenes de Galindo es un reflejo de los horrores sufridos por la población criolla durante la ocupación haitiana. Más allá de la política de Boyer y su intento de unificar la isla, los hechos evidencian el costo humano de aquel período.

La historia de las hermanas Andújar resuena como un eco de resistencia y tragedia, un episodio que nos recuerda que la memoria histórica no debe ser ignorada ni manipulada. Su martirio no solo representa una página dolorosa de nuestra historia, sino que también nos invita a reflexionar sobre el impacto de los procesos históricos y la lucha por la identidad y la soberanía.

A casi dos siglos de estos acontecimientos, resulta de vital importancia  mantener viva la memoria de estos hechos, no desde la revancha, sino desde la verdad y la justicia histórica. La historia de las vírgenes de Galindo nos enseña que, aunque el tiempo pase, el compromiso con la verdad y la preservación de nuestra identidad debe permanecer inquebrantable.