POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO
Hablar con claridad y precisión constituyó una necesidad imperiosa durante la oprobiosa dictadura del llamado perínclito sancristobalense.
Es innegable que utilizar conceptos sin la debida prudencia y emitir mandatos dubitativos terminaba generando como consecuencias episodios fatales, dolorosos, además de insuperables.
Es así como algunos dominicanos, lamentablemente, llegaron a ocupar la fosa eterna, despidiéndose del mundo de los conflictivos mortales.
Como referente de esa realidad, quizás resulte interesante evocar lo ocurrido en la Fortaleza Juana Núñez, en el poblado de Salcedo, a propósito de una orden militar formulada por su oficial comandante, sin la diafanidad necesaria, terminando en un nefasto crimen.
Es el caso del señor Negro Jiménez, quien junto a la familia González, en la comunidad de Los Tabucos, durante la década de los años 50, se recuerda que fue fundador de los Testigos de Jehová, en la demarcación de Tenares, hoy municipio pujante de la provincia Hermanas Mirabal.
Resalta un reconocido y acucioso cronista pueblerino, prestigioso odontólogo y esforzado educador francomacorisano de nacimiento y tenarense por adopción que, en 1955, el sanguinario y temible gobernante, Rafael Leónidas Trujillo Molina, ordenó apresar a todos los miembros de la mencionada denominación religiosa con presencia en el territorio de Tenares, a quienes calificaba como auténticos enemigos de su régimen de gobernanza, además de ser considerados como persistentes religiosos contrarios a reverenciar la bandera y el himno nacional dominicano.
Precisa la fuente de información insinuada que estando preso Negro Jiménez en la dotación militar en referencia, su oficial superior solicitó ante su presencia a un apocado guardia, al tiempo que le ordenó “que buscara el Negro ese” para en seguida proceder a fusilarlo.
Pensando el dócil integrante de la dotación militar que su superior hacia alusión al prisionero de la piel más oscura, condujo a José Martínez, un ciudadano negro como el carbón, natural de la comunidad de Blanco, ubicada en la zona montañosa de Tenares, quien para aquel entonces también estaba preso, siendo asesinado de inmediato en lugar de Negro Jiménez, reconocido integrante de la asamblea de los Testigos de Jehová.
En definitiva, dolorosa y curiosamente, como resultado del señalado y no preciso mandato militar, José Martínez pasó a convertirse en el primer mártir de esa dinámica religión de Tenares, terruño adorable del laborioso Julián Javier y el inagotable y abnegado educador Regino Camilo.
Oh la vida y la historia que da sorpresas…!!
Pero eso sí, no olvidemos, ¡¡unas van de cal y otras van de arena…!!