En el trabajo a veces tenemos conflictos, y ¿quien no los ha tenido ? ya que en ese espacio pasamos varias horas (más que en nuestro hogar) compartiendo con personas de costumbre, educación, y carácter distinto al nuestro pero eso no tiene porqué ser motivo cuando surgen disputas o desacuerdos para llegar a serias consecuencias. ¿Quién no tiene un mal día o se ha visto sin querer, envuelto en un mal entendido? Todos los días no son iguales por lo que es casi normal, pero lo anormal es perder el control haciendo mal uso de las emociones.
El lugar de trabajo es nuestro segundo hogar, por lo cual debemos tratarnos como en familia; en caso contrario desencadena estrés y ansiedad, por tanto hay que recurrir a estrategias que limen asperezas, pues esto afecta a todos.
Urge transformar el ambiente enfermizo en armonía. Un enemigo en el trabajo puede estar cerrado o abierto, puede ser efusivo al saludarte o mantenerse en silencio en cuanto a la relación interpersonal por rivalidad, celo profesional, por algún aspecto que ellos suponen les opaca o un mal entendido que requiere aclaración entre los involucrados. Quizás una sencillez ha desencadenado todo.
Hay personas difíciles que no podemos excluir, pero sí aprender a manejarlos estando conscientes de que tenemos caracteres y personalidades distintas.
Hablando con sinceridad todo se aclara. Trabajamos mejor cuando entendemos el origen del problema, manejando con sabiduría las emociones en beneficio personal y laboral.
Trabajar en equipo puede tener momentos duros y tensos pero la división nos lleva al fracaso, de la conducta de cada uno depende el éxito de todos. Ambiente sano, relaciones sanas..