Una mujer esbelta, desafiante y al mismo tiempo serena es el símbolo más antiguo de La Habana y la primera escultura fundida en Cuba. Se conoce como la Giraldilla y está ubicada en el Museo Castillo de la Real Fuerza en La Habana Vieja.
La Giraldilla fue pensada en forma de veleta. Es la figura de una mujer que sostiene en su mano derecha una palma, de la que sólo se conserva el tronco, y en su izquierda, un asta con la Cruz de Calatrava, orden a la que pertenecía el gobernador y capitán general de la Isla Juan Bitrian y Viamontes. Fue precisamente él, quien ordenó hacerla entre 1630 y 1634, muy parecida a la que está ubicada en la Catedral de Sevilla, España, llamada Giralda. Por eso el nombre de Giraldilla. Era su homenaje a la escultura española ubicada en su ciudad natal.
Tiene 110 centímetros de alto, lleva un medallón en el pecho con el nombre del autor –Jerónimo Martínez Pinzón- y va con la falda recogida sobre su muslo derecho.
Inicialmente, fue ubicada en una de las torres del Museo Castillo de la Real Fuerza, a unos pocos pasos del lugar donde se fundara definitivamente La Habana.
Lamentablemente, el huracán que azotó la ciudad el 20 de octubre de 1926 la arrancó de su pedestal, al que luego sería repuesta.
En la década de 1960, para preservarla de las inclemencias ambientales, el escultor Hipólito Nodarse realizó una réplica, y la original se trasladó al Museo Nacional de Bellas Artes.
A partir de 1986, la escultura original, se expuso en el Museo de la Ciudad, frente a la Plaza de Armas, hasta abril de 2008, cuando regresó a la Real Fuerza como pieza de colección. Es así, que la original está a la entrada del Museo y la otra está colocada en una de las torres.
Como toda buena escultura, La Giraldilla también tiene su leyenda. Según la voz popular, su escultor se inspiró en la historia de amor entre el séptimo gobernador en Cuba, Hernando de Soto e Isabel de Bobadilla.
La historia dice que él marchó a tierras desconocidas en busca de la fuente de la eterna juventud y ella se quedó esperándolo.
Él nunca regresó y desde lo alto de una torre ella aguardaba cada atardecer el regreso de su amado.
Sin embargo, investigaciones posteriores confirman que ella murió 20 años después en España con la fortuna que había acumulado en La Habana.