POR DAGOBERTO TEJEA ORTIZ
San Cristóbal, la región de los ingenios azucareros coloniales, donde comenzó la industria azucarera del Muevo Mundo, es sin duda una de las provincias más ricas en la diversidad folklórica-cultural dominicana, con tesoros artísticos-culturales únicos, por ejemplo, la Cueva del Pomier, los murales imponentes de Vela Zaneti y el original Festival de Atabales de Sainaguá.
Durante el periodo Trujillista, en la ciudad, predominaba el carnaval de la élite, un carnaval de salón, con sede en el Casino, como en todos los otros pueblos del país, que coexistía con un carnaval espontaneo, callejero, barrial, sin desfile organizado. Quedó como símbolo de esa época, “Walteryen” el inmenso Robalagallina de la eternidad, símbolo de resistencia y de dignidad.
Después del impacto de la gloriosa Revolución de Abril del 65, la juventud sancristobalense, inició un proceso de redefinición de la cultura popular dominicana y del trabajo cultural en la búsqueda de identidad. Diversos grupos de jóvenes, miembros de varias organizaciones culturales simbolizados en Jorge Guigni, decidieron realizar la organización del carnaval. Este proceso incluyó jornadas de discusiones colectivas sobre cual visión y conceptualización debía de realizarse esta propuesta de organización del carnaval.
Se quedó claro, como principio, que este carnaval no debía de ser un simple espectáculo, sino una manifestación artística-cultural que expresara los símbolos, las esencias, las creencias, las tradiciones de la identidad sancristobalense. Su historia era fundamental para sus propuestas, con una plenitud de libertad y un testimonio creativo inédito, que no fuera copia de nada extraño a su contexto y a sus tradiciones.
Pero además, el carnaval debía de ser una escuela educativa, donde el pueblo fuera su protagonista que posibilitara mostrar las entrañas de su situación económica-social, con una expresión contestaria barrial, porque el carnaval debía de mostrar su realidad, en un esteticismo contestario.
El carnaval no debía encasillarse en la dimensión comercial del preciosismo, del lujo y la fantasía de elementos extraños a su realidad, en la medida que en la conceptualización del carnaval lo “bonito” era lo que las minorías consideraban “feo”, y lo “feo” era realmente la identidad.
Todo esto implicaba una ruptura con la visión oficial del carnaval tradicional y un desafío para estos jóvenes que creían en la capacidad creadora del pueblo, en sus facultades artísticas, en la riqueza de su cultura, en la validez de sus tradiciones, en la fuerza de su historia y las dimensiones contestaria de sus protagonistas.
El esfuerzo valió la pena, el carnaval de San Cristóbal redefinió su contenido, su función, sus esencias, su razón de ser y se enriqueció en personajes, en una diversidad testimonial barrial. El carnaval de San Cristóbal era único, no se parecía a ningún otro carnaval del país, era una propuesta nueva, refrescante, con identidad, a pesar del poco apoyo oficial local y nacional.
Las comparsas salían orgullosamente de sus barrios, se encontraban en un lugar y comenzaban a desfilar por el pueblo, que concluía en el parque del Piedras Vivas, con una tarima natural de un antiguo monumento trujillista, que ahora simbolizaba el espacio donde el pueblo era protagonista. Allí, cada comparsa hacia su escenificación teatralizada de sus mensajes contestarios, convirtiéndose el carnaval popular de San Cristóbal, en el carnaval más pedagógico-educativo del país.
En la medida que crecía este carnaval, se convirtió en una tentación comercial y política, que con el tiempo lo prostituyeron, le destruyeron sus esencia, borraron sus dimensiones contestarías, sus capacidades creadoras y el carnaval de San Cristóbal perdió su identidad.
Luis Rivas, el artista más creativo y original del carnaval dominicano, con tradición de propuestas enriquecedoras, con una historia de participación en el mismo y con una pasión sin límites por el carnaval, ante la crisis actual del carnaval de San Cristóbal, en medio de la pandemia del Cob 19 ha elaborado la propuesta de un nuevo personaje de carnaval, para contribuir a su enriquecimiento y para incentivar y provocar nuevas propuestas de los artistas y creadores en las diversas expresiones del carnaval sancristobalense para retomar y redefinir, ante la situación actual, la identidad de este carnaval.
La propuesta de Luis, es la creación de una nueva versión, de un nuevo personaje, sin pretender sustituir los diablos tradicionales. Luis busca la identidad en un personaje que ha perdido en este carnaval su originalidad, pareciéndose cada vez a los diablos del Distrito Nacional, apareciendo hasta con moña, símbolo ajeno y extraño al diablo tradicional sancristobalense.
Pero además, la propuesta de Luis es una provocación a la creatividad, para que cada protagonista pueda elaborar su propia mascara, garantizando las posibilidades económicas de adquisición, ya que la materia prima de estas mascaras son elementos de reciclaje, centralizada, como identidad, en los galones de agua desechados, al igual que los elementos decorativos, con las posibilidades de crear una diversidad de hermosas mascaras de carnaval, donde no hay un molde para la homogeneidad, sino todo lo contrario, no hay una máscara igual a otra, aunque todas posen las dimensiones de la identidad dentro de la diversidad.
Pero además, la propuesta ecológica tiene una respuesta contestaria, porque el mensaje es la lucha en favor del medio ambiente y como la creatividad, en las dimensiones artísticas, es capaz de un respeto ecológico, ver como los protagonistas son artistas y como de objetos desechables, se producen obras de arte, enriqueciendo esta propuesta cultural del carnaval con identidad de San Cristóbal.
Para ir de la idea a la realidad, de la propuesta al hecho, como hacer que las máscaras y los trajes de ese nuevo personaje fueran aceptados, interiorizados, socializado, por los carnavaleros, Luis acaba de organizar un taller de tres domingos de trabajo en San Cristóbal, donde participaron casi 30 carnavaleros, donde cada uno de ellos, elaboró su propia mascara, todas hermosas y diferentes, en base a un reciclaje creador, reafirmando la identidad de un personaje nuevo, que va a enriquecer y al mismo tiempo a identificar el carnaval de San Cristóbal. ¡Bienvenido sean los Diablos Ecológicos de Luis Rivas!