POR DAGOBERTO TEJEDA ORTIZ
La Sabana del Espíritu Santo, es un espacio mágico de ancestros, fruto del imaginario popular, referencia simbólica existencial de esencias en la diversidad de la identidad, que hipotéticamente recorre una línea imaginaria que incluye para muchas personas a la cultura tradicional, folklórica, de Nigua, San Cristóbal, Villa Mella, Villa Altagracia, Cotuí, San Pedro de Macorís, Guerra, Bayaguana, Hato Mayor, Sabana de la Mar, El Seibo, Monte Plata y Yamasá.
En este espectro emocional y sentimental, lleno de espiritualidad, de luases y metresas, de santos, ángeles y ancestros, de música y de danzas, con máscaras originales de las Marimantas y de los Negros, con gavilleros y patriotas, donde todavía está presente El Cantor del Este, Elupina Cordero, Julito Paniagua, Nino Solano, Linda y El Primo.
En esta Sabana, para la imaginación popular, todavía, San Juan bautista se convierte en El Espíritu Santo en Cotui, para poder bailar los Palos, los Guloyas danzan en todas las calles de Miramar en San Pedro de Macorís, Walteryen, alegra las calles populares de San Cristóbal, despiertan a la mañana las Marimantas de Hato Mayor y salen sigilosas las máscaras de los Diablo de la comunidad de Los Negros y en la Joya de San Antonio de Guerra, mientras tienen un Consejo los Cemí de los Guillén, durante la fiesta del San Antonio Negro en Yamasá, cuando redoblan las campanas centenarias de la iglesia colonial de Boyá. Todo es historia, todo huele a tradición, todo es espiritualidad, todo es folklore, todo es identidad.
Para Víctor Piñeyro, historiador, Villa Mella, era un Maniel, de negros cimarrones libertos, con esclavizados de diversas etnias, con hipotética supremacía de la etnia Mina, los cuales provenían del poblado de Los Minas. Eso fue responsable de la gran diversidad de expresiones folklóricas que enriquecieron el lugar y a la Sabana del Espíritu Santo. La presencia de Calunga, fue responsable por un culto a los difuntos, que era acompañada de Palo e’ Muerto, de Cabo de año, de un Banco y de unos tambores en ritmo de Congo, con una canoíta que permite poder contemplar a las estrellas…
Mientras hay un festival de Son, con Bartolito y sus muchachos, van cantando Salves La Reverenda y Enerolisa, mientras la Dolorita, con centenares de seguidores va llegando a su iglesia de la comunidad de Los Morenos, en Villa Mella. Pío Brazobán, Pacheco y Sixto Minier, con panderos y balsié van despertando a la mañana. ¡Solo vuela la paloma del Espíritu Santo!
En Villa Mella, donde todavía se puede conversar con los difuntos y entenderse con los vivos, además del Chicharrón, el pan de guayiga y el bobote, con fritos verdes de plátanos y de batata que comen los dioses y ningún mortal puede rechazarlos, para la recreación está el baile del Pri-Prí, que no es familia del grupo de merengue del Cibao, cuyo nombre se debe a los golpes (Pri-Prí, Pri-Prí) del balsié, el cual se baila contrario a las manecillas del reloj, aunque ronque el acordeón y la güira invite a bailar, todo depende del músico ejecutor.
Cuando nosotros comenzamos, con José Castillo Méndez, folklorista y su colega Iván Domínguez, a descubrir la riqueza folklórica de Villa Mella, Mauricio Mercedes, que nadie conocía si no decía: “Vale Toño”, era nuestro guía, el cual gozaba de aprecio y de admiración de toda la comunidad, porque ya era un reconocido acordeonista, que tocaba y que bailaba los Palos y los Congos.
Vale Toño se convirtió en un líder, en un consagrado maestro, con su grupo musical y su acordeón, en un símbolo y en un exponente sobresaliente, único, del folklore y la identidad de Villa Mella. A pesar de todo eso, nuestra amistad seguía igual. Vale Toño, tenía conciencia de su papel y sentía un orgullo sin igual, por ser parte importante de la cultura y del folklore de Villa Mella.
Como este año han anunciado que no va a ver la procesión y la fiesta de La Dolorita por esta pandemia del coronavirus, Vale Toño, que no ha dejado de acompañarla en los últimos cincuenta años, decidió caminar en silencio, sonreír, coger su acordeón, llevarse sus Palos, para ir a tocarle directamente en vivo a la virgen en su residencia del cielo. ¡Se fue Vale Toño, con su acordeón en el hombro a tocarle y a cantarle a La Dolorita!
Ya regresará, y a cada palero y a cada acordeonista que toque en la fiesta de La Dolorita, no busquemos comparación, ni preguntemos su nombre, porque él es VALE TOÑO…