Por Dagoberto Tejeda Ortiz
“Yo no tuve libros
ni bicicleta.
Toda la poesía de los días
logré captarla
en difusos colores
de lápices ajenos
solo fue mía
la temprana edad de lo triste”.
Estos versos nostálgicos, autobiográficos, resumen la fase primera de la historia de Norberto Pedro James Rawlings, poeta, escritor, cimarrón, conocido por el pueblo como “Norberto James”.
A pesar de que la mañana amaneció saturada de “olor a jugo de caña quemada” en tiempo de zafra y estaba más caliente el café de Marion Peter, la abuela de Norberto, este se despidió del Ingenio Consuelo para irse a vivir para la capital a la ciudad de Santo Domingo.
En la rutina cotidiana de la sobrevivencia de la década de los 60, consiguió seguir estudiando y entró al simbólico baluarte del Liceo Unión Panamericana, donde se destacó en los 400 metros como corredor de campo y pista. En abril del 65, al producirse la segunda intervención norteamericana al país, como joven revolucionario, Norberto se definió por la defensa de la soberanía nacional y con las armas en la mano, formó parte del Comando del Liceo Argentina, espacio privilegiado del frente cultural de la revolución.
En ese ambiente de sobrevivencia y de real camaradería, una noche, Norberto envió la timidez, que suplantaba siempre por una sonrisa, al Ingenio Consuelo. Delante de todos, sacó del bolsillo un viejo papel y leyó en público su primera poesía. No durmió esa noche, recordando los elogios y los aplausos. ¡Había nacido el poeta que llevaba desde niño, a pesar de no haber tenido ni libros, ni bicicleta, ni lápices de colores!
La revolución fue el crisol para la redefinición de la poesía en nuestro país. La posguerra, con su clima de represión y de violencia, con la dictadura ilustrada Balaguerista de doce años miserables, creo trincheras ideológicas de banderas de combate contra la injusticia y la violencia, donde asesinaron jóvenes soñadores y trataron de silenciar la magia de la poesía.
Andrés L. Mateo, Mateo Morrison, Soledad Álvarez, Tony Raful, Tomás Castro Burdiez, Enriquillo Sánchez, Fernando Sánchez, Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, René del Risco, Jimmy Sierra, Federico Jóvine Bermúdez, René Rodríguez Soriano, Norberto James, entre otros, se convirtieron en símbolos, en desafíos, en cimarrones, en ángeles del apocalipsis, en provocadores, cuyos versos anunciaban la rebeldía y la exaltación a la libertad, a la justicia y a la patria. ¡Eran corazones soñadores de la paz y del amor!
La irracionalidad de la intolerancia, sin entender que estos poetas eran niños justicieros, la rabia en contra de los grupos culturales de La Isla y El Puño, desataron los demonios de la persecución y de la represión, consiguiendo que se convirtieran en mártires, en hombres y mujeres que abandonaban la inocencia del amor sin ver el amanecer.
Norberto se refugió en CEPAE (Centro de Educación y Planificación Ecuménica), donde estaba Max Puig, Carlos Pimentel, Rafael Tomás Carvajal, el pastor Edmundo Desueza, Dagoberto Tejeda y donde llegó luego, Ángel Matos Custodio, saliendo a la luz la primera edición “Sobre la Marcha”, que rebeló la inmensidad de su poesía. Poesía de raíces, revalorización del orgullo cocolo y redefinición de la identidad. En 1974, CEPAE, publicó una “Agenda”, con poemas de Norberto James y Mateo Morrison, en una circulación nacional e internacional, diseñada por mí.
Por la represión, después de visitar varios países socialistas, Norberto se quedó por siete años en Cuba, donde estudió filología en la Universidad de La Habana. El negrito cocolo que no tuvo bicicleta, ni libros y que coloreaba sus dibujos con lápices ajenos, obtuvo la maestría en lengua y literatura hispanoamericana en la Universidad de Boston en Estados Unidos y posteriormente un doctorado (PhD) en lengua y literatura hispánica en esta Universidad, pasando a ser docente de la misma. Fue editor del Directory of Dominicanist para The CUNY Dominican Studies Institute.
Un príncipe africano, alumno en Boston de Norberto, como despedida le regaló un hermoso traje africano. Norberto, se dirigió a su amigo Andrés L. Mateo que lo estaba visitando y le dijo: ¡Para el tigüere! Y días después Andrés me lo entregaba, el cual conservo todavía.
Norberto es el poeta de la identidad cocola de San Pedro de Macorís. Norberto nunca olvidó sus orígenes, nunca renunció a sus ancestros. Todo lo contrario, sentía orgullo de ser un “negro cocolo”. Proclamaba y estaba convencido de quien era, de donde venía, con quien se identificaba:
“Los que quedan. Estos.
Los de borrosa sonrisa
lengua perezosa
por hilvanar los sonidos de nuestro idioma
son la segura raíz de mi estirpe”.
(Sobre la Marcha)
Con siete libros de poesías Norberto se convirtió en el poeta de los Cocolos y de la Patria. Norberto también fue un excelente ensayista, un investigador de la realidad social dominicana poco conocido. Un 7 de mayo de 1984, recibí en un sobre una hoja de papel con un verso de Norberto, la cual guardo con cariño, que dice:
“Solo habrá final
para esta marcha
cuando cada mujer posea su sonrisa
y cada hombre
recobre su arrebatada dignidad”.