No podemos tolerar las mentiras de los políticos

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Por Roberto Veras 

He escuchado varios comunicadores locales decir que una vez que aceptamos una creencia política o filosófica, nuestra objetividad disminuye, pues ya no tratamos de discernir si algo que leemos o escuchamos es verdadero y correcto, simplemente aceptamos cualquier información que apoye nuestra creencia, esto podemos verlo en la política. 

Desafortunadamente, parece ser una práctica común que los políticos de todo el país y los miembros del congreso se pongan a sí mismos en primer lugar, jueguen a la política de partidos, acepten dinero de los grupos de presión empresarial y muestran poca preocupación por las cosas que son buenas para nuestro país y los ciudadanos.  

Cuando los políticos son puestos en aprietos, tratan de responder a las preguntas difíciles o son sorprendidos haciendo algo malo o ilegal, rara vez lo reconocen, para tantos políticos mentir, mentir parece ser una prioridad de su naturaleza. 

Los seguidores centrales de muchos políticos aceptan rápidamente las declaraciones del líder como verdaderas y las siguen incluso cuando las declaraciones realizadas, claramente no son cierta.  

Hoy, parece que algunos ciudadanos están más que dispuestos a pasar por alto las mentiras y el comportamiento cuestionable de los líderes políticos cuando están de acuerdo con los objetivos declarados por ellos. 

Como era de esperar, quienes critican las fechorías de esos políticos son rápidamente tachados de enemigos y se intenta desacreditarlos, por supuesto, los enemigos políticos siempre están sujetos a estándares de comportamiento diferentes y, a menudo, más altos por parte del político infractor y sus partidarios.  

Al pasar por alto las mentiras, el mal comportamiento, las acciones ilegales y el daño creado por tales líderes, los seguidores dicen que las leyes, el comportamiento ético y el mal desempeño no importan siempre que obtengan lo que quieren. 

Cuando los políticos emplean comportamientos como estos, nos están mostrando y diciéndonos que no debemos creerles, no debemos confiar en ellos y ciertamente no debemos apoyarlos, pues cualquier posición política basada en mentiras y fechorías debe reconocerse y tomarse como un insulto personal y una traición que no se pueden tolerar.