Contra El Olvido: Toribio Peña Jáquez

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Toribio Peña Jáquez

Por Dagoberto Tejeda Ortiz

La pobreza es siempre impactante, de manera negativa o positiva.  Minimiza y enaltece, empequeñece o engrandece.  Todo depende de la actitud y la determinación de cada ser humano.  La integridad y la voluntad purifican, trascienden a la pobreza, que al final es un desafío y una decisión personal aunque  su espectro sea colectivo.

Por limitaciones económicas, Toribio Peña Jáquez, se vio forzado a decirte un hasta luego a la escuela al cumplir los 11 años de edad, teniendo que trabajar para ayudar al mantenimiento familiar.  No se amilanó, no se frustró, no se avergonzó. Ayudar a la familia era la prioridad, una necesidad y un orgullo.  Decidió superarse y tres años después, por correspondencia realizó un curso de técnico en comunicaciones, especializándose, haciendo de esto una carrera profesional.

Con el tiempo, ingresó como empleado de telecomunicaciones, llegando a ser encargado de la región Norte del país y por su capacidad profesional era requerido a nivel privado, como por ejemplo, en Radio HIN donde fue responsable del mantenimiento de los teletipos, tecnología especializada de la época. 

Toribio fue un militante antitrujillista, se integró al Movimiento Revolucionario del 14 de Junio y tomó las armas para defender la soberanía nacional durante la revolución de abril del 65, siendo el responsable  de un Comando.  Ante la dictadura ilustrada de Joaquín Balaguer, fue militante luchador por su eliminación, siendo conquistado por el legendario Amaury Germán Aristy, el de la leyenda de las estrellas en la frente, para ingresar a los  Comando Revolucionarios de la Resistencia.

AUTOR: Dagoberto Tejeda Ortiz

Por diversas razones para salvar su vida, salió del país para Curazao, pero terminó en Cuba y allí se integró al campamento del grupo guerrillero que lideraba el Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.  El  3 de febrero de 1973, en una noche donde se ocultó la luna arbitrariamente, pasando desapercibidos por la Base Militar de Las Calderas, desembarcaron en las cercanías de la comunidad de Las Charcas en Azua, el Coronel de la Gloria, con ocho compañeros guerrilleros, entre los que se encontraba Toribio Peña Jáquez, los cuales llegaron en el yate Black Jak, para comenzar la epopeya libertaria de Playa Caracoles.

El desembarcó fue precipitado por las consecuencias de la oscuridad como obstáculo, donde la necesidad de la sorpresa de su llegada y su éxito,  dependía de la rapidez para internarse por la carretera de las Charcas a las montañas cómplices de San José de Ocoa.   Toribio se extravío  en la oscuridad, quedó separado del grupo, que después de varias horas de buscarlo partieron obligatoriamente del lugar para su destino montañoso.

Toribio, solo, desorientado, no podía esperar que le sorprendiera el sol mañanero y ser descubierto. Sería un suicidio y una tragedia.  Para sobrevivir, esa noche salió a la carretera y logró conseguir un vehículo de unos pastores que lo transportaron a la ciudad de Santo Domingo, en el Distrito Nacional.  Aquí, logró comunicarse con miembros de los Comandos Revolucionarios de la Resistencia, los de Amaury, el glorioso comandante y con otros revolucionarios que le dieron protección y lo escondieron  de la persecución de los organismos represivos Balaguerista, que al conocer su presencia, lo buscaban ferozmente con insistencia y desesperación.

Toribio sabía que debía de ayudar como fuera a sus compañeros guerrilleros que peleaban en las montañas y fortalecer la credibilidad de que Caamaño estaba aquí y que estaba vivo., incluso cuando ya había sido vilmente asesinado.  Para eso, debía de incidir en la opinión pública a través de los medios de comunicación.  En plena represión militar, se agendó una  peligrosa entrevista periodística para Última Hora, realizada por el intrépido Juan Bolívar Díaz, con la complicidad del revolucionario Raúl Pérez Peña (El Bacho) en un carro Lada, en una  ciudad sitiada, llena de militares.

Virgilio Alcántara, Director  del periódico y Aníbal de Castro, asistente de Gregorio García Castro, Jefe de Redacción, decidieron publicar la entrevista, simulando una visita de Toribio al periódico.  Eso fue la bomba definitiva sobre la presencia del núcleo guerrillero, que desató la olla de grillos de la represión.  Toribio recibió el apoyo de ocultamiento de diversos sectores revolucionarios y hasta religioso.  Un pastor anglicano, director de una organización de la cual yo era parte, escondió durante algunos días a Toribio.  Este salvó la vida al exiliarse en la Embajada de Chile y el legendario Claudio Caamaño en la Embajada de México.  Hamlet, el otro guerrillero, fue hecho prisionero en las cercanías de Villa Altagracia y pudo sobrevivir.

Toribio y Claudio, se encontraron en Cuba con Manfredo Villar y dos años después, decidieron regresar como núcleo guerrillero a enfrentar a la dictadura ilustrada Balaguerista, estos estaban convencidos de que la única vía de eliminarla era solamente por la acción de las armas.  De acuerdo con las informaciones de la época, Manfredo fue asesinado junto con un hermano y un chofer en la fortaleza de San Cristóbal.  Toribio y Claudio fueron hechos prisioneros en los Cacaos, San Cristóbal, condenados a 30 años, permaneciendo presos en la Victoria por dos años, donde posteriormente fueron expatriados, llegando de nuevo a la Cuba solidaria.

Toribio Peña Jáquez, era un hombre sencillo, callado, discreto, aficionado a la cocina y a la artesanía, enamorado de las comunicaciones, amante de su familia. Al llegar a la ciudad desde Playa Caracoles, dejó una carta en Última Hora a su “vidita”, que en realidad era su esposa, la heroína Hilda Díaz, mujer de leyenda; esta lloró de felicidad cuando Toribio, que se había incomunicado de ella y la familia por la seguridad de la empresa guerrillera por dos años, le escribió: “Vidita, no te he abandonado ni olvidado de ti, mis hijos  y mi familia”.  “Pregúntale si quieren un padre que no lo harían avergonzarse ante el pueblo en el futuro”.  “Te pregunto a ti, podrás mirarme como esposo si yo traicionara mis mismos principios de revolucionario”. En la carta se despide con todo el amor del mundo de sus hijos de entonces: Carlitos, Raúl, Manuel y Faty. 

Este hombre trascendente, con un amor tan profundo por sus seres queridos, aborrecía la violencia, era enemigo de las armas, fue a la guerrilla dos veces, para buscar la paz y engrandecer el amor, al igual que el Che, Fidel, Amaury, Claudio, Manolo, Hamlet, Caamaño y todos los verdaderos revolucionarios del mundo. ¡Gracias Toribio!