Por Nelson Encarnación
La fementida tranquilidad que demuestra el expresidente Danilo Medina frente al vendaval que se le ha venido arriba a su pasado Gobierno por escandalosos casos de corrupción es una coraza que pretende proyectar con el deliberado propósito de poner distancia de quienes han resultado complicados en esos expedientes.
Trata de evidenciar una supuesta flema inglesa o una paciencia oriental de las cuales carece en lo absoluto.
Más bien es un recurso de auto complacencia o de autoprotección psíquica que en Psicología definirían como “mecanismo de compensación”, el cual consiste en poner en práctica una estrategia mediante la cual se encubren, consciente o inconscientemente, las debilidades, frustraciones, deseos o sentimientos de insuficiencia o incompetencia, entre otros medios.
Es decir, él sabe que está atrapado, pero recurre a un caparazón que le cubre por la parte externa para proyectar esa tranquilidad frente a sus seguidores para influir en ellos de alguna manera a través de radiar una fortaleza que no tiene por dentro.
A ello se deben sus arengas recientes en el sentido de que el Partido de la Liberación Dominicana está de vuelta y listo para ganar la próxima batalla electoral dentro de dos años y pico.
Llama a sus seguidores a redoblar el trabajo para alcanzar una cota de adhesiones que espera logren con el trabajo voluntario, después de insultarlos de manera colectiva cuando los acusó de no trabajar en la pasada campaña electoral, si de por medio no estaba “la logística”, es decir, dinero para moverse.
Esos mercantilistas del trabajo electoral que provocaron la derrota del ejército morado por no trabajar sin paga, de repente son un remedo de San Francisco de Asís con quienes el PLD “no tiene ninguna razón que le impida ganar las próximas elecciones”.
Toda esa discursiva huera de Danilo lo que en realidad procura es no abordar el tema crucial que tiene por delante su partido—y él mismo en lo personal y familiar—, con las expedientes ya en vías de juzgamiento y los que de seguro le caerán encima próximamente.
Otra cosa que motiva la actitud de Medina es su incapacidad para defender la pulcritud de su administración o al menos tratar de poner distancia de los hechos que son objeto de la atención judicial, sin justificar las desviaciones, si quiere, aun sea apelando a su discurso hipócrita de los valores de la cuna.
Frente a las operaciones extractivas llevadas a cabo por allegados muy cercanos, todavía falta que criminólogos y criminalistas aborden el comportamiento rapaz de la administración Medina, y quizá entonces lo devuelvan a una realidad de la cual pretende huir. Pero sucede que es su sombra.