Uno de los instantes más felices de la existencia es cuando nos dan la noticia de que seremos padres, en ese momento nos dominan la emoción y la ternura. Tan veloz como una estrella fugaz cruzan por nuestra mente los preparativos que hemos de realizar para ese feliz acontecimiento, que no es solo de felicidad para los padres sino también para todo aquel que comparte esta alegría.
Cada niño es motivo de alegría y sea el primero o el último se recibe lleno de esperanzas. No hay lugar a dudas que desde que llegan los hijos nos cambia la vida. La atención se concentra en el bienestar de ellos.
Dice la palabra de Dios que los hijos son bendición y aunque nos den preocupaciones, dificultades e inquietudes con su presencia en nuestras vidas siempre encontramos un motivo para seguir adelante, pero la Biblia también con tiempo nos advierte para que nos preparemos con anticipación de que un día se irán para formar sus propios hogares porque dice bien claro que dejaran a padre y a madre.
El problema es que nos negamos a ver que esos hijos crecen y cada día somos menos necesarios.
Ya no son nuestros pequeños, han pasado de la niñez a la adolescencia, y de la adolescencia a la adultez, desempeñan distintos oficios, y deciden hacer sus propias familias.
Quizás algún hijo sienta que como padres estuvieron alejados para disipar sus miedos, para oír juntos su música ensordecedora, o para ayudarles a colocar en la habitación carteles de su ídolo favorito de la época, no se sientan mal por eso, explíquenles la razón de esa ausencia, les aseguro que luego de un abrazo entenderán.
Se que detalles como esos los dejaron para mañana, sin pensar que ese mañana llegaría tan pronto, pero el mañana es hoy y ya no hay chance.
Ahora no hay a quién llevar al cine, no tienes a quien regañar ni ayudar con las tareas sus intereses son otros.
¡Qué corto fue ese tiempo! tu niño no es un niño, ya no canta “pío, pío”, no hay cumpleaños con gorrito ni helado con refresco rojo. Atrás queda la infancia rodeada de muñecas, bates, bolas, bicicletas, carritos y patines.
¿Dónde están quienes peleaban por bolones y chicles? ¿por la ventana y el asiento delantero del auto? ¿por oír en la radio dembow, reggae, rap? ¿por salir corriendo para llegar primero cuando el teléfono de la casa timbraba?
Su prioridad ahora son sus amigos y amoríos. ¿Deseabas descansar de los regueros? de seguro ahora extrañas recoger todas las cosas que tiraban.
Pocas veces nos detenemos a pensar en ese momento en que los hijos se van y a veces sin despedidas. Vacía queda el alma y nos cuestionamos ¿cuándo creció? cuán pronto envejecí, apenas ayer le amamantaba y ya, cual golondrina deja el nido sin consultarme.
Sufrimos porque son nuestro proyecto de vida, sobre todo cuando la relación de pareja se mantiene por el bien de los hijos, y es cuando ese inesperado momento nos da una cachetada, enfrentándonos a la crisis del nido vacío, instante que mayormente se acompaña de la menopausia en la mujer, andropausia en el hombre, la pensión o jubilación, quizás de la pérdida de la pareja u otros seres queridos. Se siente que el hogar queda como un desierto.
Haya o no dependencia emocional es traumático para los padres que tendrán que adaptarse a una distinta vida familiar y a esa ausencia.
Tratemos desde que están pequeños de suministrarles las herramientas necesarias para que sean independientes y puedan valerse por sí mismos ya que de ningún modo los padres somos eternos y la vida es una caja de pandora.
Nuestra misión es prepararlos para que vuelen alto sin necesidad de que los sigamos cargando sobre los hombros.
No te aferres a la tristeza, solo han marchado en búsqueda de nuevos horizontes, no dejes que esa ausencia que es un ciclo natural de la existencia humana te afecte la salud física, emocional y espiritual.
Tus hijos se van de casa, pero siguen siendo tus hijos, debemos tener claro que algunos nos visitarán de vez en cuando, pero otros jamás.
Comparte cuando puedas, llámalos con la tecnología de videos llamadas que nos permite verlos cara a cara.
No los agobies diciéndoles que le extrañas ni preguntando porque se fueron, para que no se sientan culpables de tu depresión y angustia. Dale su espacio y que ellos sientan el deseo de buscarte.
No podemos detener el tiempo solo prepárate para el cambio, haz un listado de cosas nuevas a implementar. Disfruta de tu pareja, atrévete a tener amores, a vivir la vida libremente, ahora no tienes horas comprometidas.
Haz el amor sin miedo a que te toquen la puerta e interrumpan tu intimidad, mira el lado positivo de las cosas.
Trata de no caer en las profundidades de la angustia y depresión, concéntrate en todo lo que pospusiste hasta este momento, estudia, recorre tú país o el mundo, visita viejos amigos, y haz nuevos.
Haz lo que no pudiste hacer. Aprovecha el silencio para meditar y encontrarte y reconciliarte con Dios, con los demás y contigo mismo.
Ve al gimnasio, baila, canta, estudia, aprende manualidades o un arte determinado, visita museos, asiste a charlas y eventos gratis los cuales puedes encontrar en las páginas sociales del periódico.
Reencuéntrate con viejos amigos, planifica paseos a playas, balnearios, parques, piscina, clubs, siempre será divertido, asiste a la iglesia no importa la denominación. Tu vida no ha concluido solo tiene un nuevo comienzo.
No cometas el error de guardar todo cuanto tus hijos dejaron en casa para no olvidarlos, ten presente que jamás se olvidaran.
Ciertamente les extrañarás, vivir con ellos fue grandioso, pero ahora ellos vivirán con quienes será una extensión de tu familia y disfrutaras de la maravilla de ver sus hijos crecer.
Si a pesar de todos tus esfuerzos no soportas ver esa habitación vacía ni sus cosas y aun esperas su llegada, acude a un profesional de la salud en busca de ayuda porque es normal la tristeza pero que se prolongue más de lo adecuado es un problema.
Viví ese inevitable momento donde parece que todo pierde sentido cuando lean el siguiente poema notarán que como ser humano que soy, sentí mucha tristeza lo cual me obligó a buscar ayuda y sostenerme de Dios para mitigar esta ausencia, ausencia que tuve que vivir dos veces pues mis dos hijos dejaron el nido vacío en momentos difíciles para mí.
Entonces escribí este poema que ahora me animo a compartir.
Tony, te has ido de casa