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Por Pedro Corporán
El Estado es un tema de complejidades oceánicas, sin dudas el más complejo de la politología mundial de todos los tiempos. Solo los grandes eruditos en la materia, están en capacidad de tratarlo con rigor científico.
Conscientes de que el tema exige autoría de grandes doctrinarios, reputados tratadistas y esmeradas investigaciones historiográficas, por vocación de osadía, intentaremos siquiera pincelar la nomenclatura conceptual del título de este escrito y sus humildes objetivos, recurriendo a reseñas históricas, ciclos evolutivos y grandes trazados antológicos de algunos pensadores ilustres, cuyos legados intelectuales contienen las doctrinas más altas del debate milenario sobre el estado.
Por exigencia de una metodología expositiva, con apego a criterio filosófico, comencemos diciendo que el Estado es hijo legítimo de lo que decía el filósofo griego Aristóteles: “El Hombre es un animal político”, una criatura con vocación compulsiva de obtener poder, influencia, dominio, reconocimiento de los demás. Cuando el hombre socializó esa vocación, juicios muy nuestros, nació el Estado.
Recordemos que el ser político es una de las cinco características científicas por excelencia del ser humano. Las restantes son el ser social, el ser histórico, el ser económico y el ser sicológico emocional.
La antigüedad del Estado endosa el pensamiento del señalado filósofo griego, con una edad estimada en más de 6 mil años de existencia, aunque el concepto Estado apareció por primera vez en el año 1513, en plena era medieval, en el libro El Príncipe, autoría del padre de la politología moderna Nicolás de Maquiavelo.
La historia lo certifica, no se conocen vestigios historiográficos que demuestren que ha existido ninguna sociedad organizada sin Estado. El pueblo más antiguo de que se tenga prueba histórica antropológica fueron los sumerios en la Baja Mesopotamia, Oriente Medio, y ya tenían entramados organizativos de dirección de la sociedad con autoridad de Estado.
Merced a su inigualable capacidad transversal de afectar a la sociedad, por su indiscutible categoría de estructura suprema de poder, el Estado adquiere múltiples identidades desde el punto de vista de su composición estructural y su misión social a lo largo de la historia. La lucha social es el principal motor dialéctico que lo va transformando en el tiempo, acorde con cuyo proceso su misión social es más o menos virtuosa.
Adoptemos un esquema expositivo y analítico general, basado en dos grandes hemisferios identitarios, el intrínseco y el extrínseco que empezaremos a tratar en la próxima entrega.