Por Roberto Valenzuela
Hace 58 años: Entre 24 de septiembre, Día de Nuestra Señora de las Mercedes, Madre Espiritual de la República Dominicana (y el 25 de ese mes) se ejecutó el golpe de Estado al presidente Juan Bosch. Había ganado las elecciones con cerca del impresionante 60% de los votos. Pero perdió rápido su encanto, sectores que lo apoyaron conspiraron o se distanciaron. Otros, como el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), se quedaron de brazos cruzados.
¿Por qué nadie hizo nada si el Presidente decía que hasta el ciudadano más humilde sabía de la trama para derrocarlo? Después de ver algunos documentos desclasificados por Estados Unidos y las memorias de Bosch, analizamos que cometió varios errores.
La primera falla política-táctica fue pelear con el Partido, su base de sustentación dentro y fuera del gobierno. Se alejó de la dirección del PRD, organización que fundó en 1939 en el exilio y lo llevó al poder, la desdeñaba con arrogancia: decía que no era un gobierno del PRD, sino del pueblo dominicano.
Al permanecer tanto tiempo exiliado en naciones desarrolladas, no conocía los intríngulis de una sociedad atrasada, la influencia de la Iglesia Católica; que se sentía amenazada porque don Juan estaba en desacuerdo con los privilegios a una iglesia en desmedro de las demás. Simpatizaba con el sistema educativo de Eugenio María de Hostos, con un modo cuestionador del método tradicional de influencia católico-cristiano.
Otro error fue no hacer cambios en los mandos militares, indicaba que estos habían sido “víctimas” de la dictadura trujillista. Hubo malestar en los jóvenes oficiales que tenían la esperanza de ascender. Bosch desconocía que los cabecillas militares obedecían ciegamente al Pentágono, más que a cualquier gobierno dominicano.
El presidente venezolano Rómulo Betancourt murmuraba: “Juanito (Juan) es cabeza dura, más terco que una mula, es una estupidez no cambiar los militares, espero que no pase nada”. Lo advertía porque, para prever cualquier conspiración, lo aconsejaba a que cambiara los mandos militares y ascendiera gente suya. Bosch reaccionó molesto y dijo a su amigo Betancourt que cualquier cosa que pasara en RD era responsabilidad de su Presidente.
Después, en sus memorias sobre su derrocamiento, don Juan se reprochó su ingenuidad de creer en “las buenas intenciones” del presidente Kennedy, que en un encuentro entre ambos se mostró amigable, colaborador, consejero. Pero ordenó su derrocamiento; y la orden fue acatada por los militares dominicanos que él se había negado a sustituir en el cambio de mando. Desconocía que EE.UU. no tiene amigos ni enemigos, sino sus intereses.