Contra El Olvido: Franklin Díaz Reyes

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Por Dagoberto Tejeda Ortiz

Como buen banilejo, Franklin Díaz Reyes, ingresó a la universidad a reencontrarse con números y negocios, convirtiéndose en un joven emprendedor, lleno de sueños y de proyectos.  Sin ser médico ni farmacéutico, con visión empresarial exitosa, le dio vida a la Farmacia Enriquillo en el sector de Herrera en la ciudad de Santo Domingo.  Como los soñadores auténticos, cuando llegan a la meta, miran al horizonte y comienzan a soñar de nuevo, como provocación de desafío.

Obsesionado por la nostalgias del banilejismo, la necesidad de la vuelta a sus ancestros, de reencontrarse con sus raíces, de realizarse con sus esencias, de recordar amores nunca olvidados, con las intenciones de contribuir a la felicidad de amigos y vecinos, abre en la calle Máximo Gómez, próximo a la catedral de su patrona, la virgen de Regla, la “Financiera Intercambio y Producción de Banì”.

Propuesta novedosa en Banì que cumplió su cometido de apoyo y solidaridad, contribuyendo al bienestar de numerosos banilejos.  Con su visión pionera de sueños, Franklin no podía quedarse entre préstamos, dineros y ganancias. La obsesión por el dinero, no era su meta.  Su espíritu aventurero estaba conformado por iniciativas, por sueños de lo nuevo y de lo desconocido. ¡Era un creativo hacedor de sueños!

Banì, paraíso de un arcoíris de expresiones naturales y culturales, de paisajes llenos de lomas donde la poesía sabe a café, mezclado con Atabales y Sarandunga, con llanos donde reinan los mangos más codiciados del mundo, en una agricultura protegida por deidades pródigas, para el deleite de los mortales.

Con arena bendita, gris, cómplice de siglos, emergen unas dunas imponentes, las más impresionantes del Caribe, que contrastan con los colores y los sabores de pozas de sal, espejos cristalinos de ilusiones y de añoranzas.

AUTOR: Dagoberto Tejeda Ortiz

De acuerdo con historias fabuladas, esta hermosa bahía, fue vista por vez primera por Colón el 30 de julio de 1502, el cual, ante la llegada sin invitación de un huracán, salvó su nave y su tripulación al refugiarse en sus entrañas.  Calmada las aguas, fascinado, Colón la bautizó como la “Bahía de Puerto Hermoso”.

Esta bahía, guardiana de dunas y de sal, es un milagro de la naturaleza, donde descansa la Reserva Científica Félix Servio Ducoudray, llena de flamingos, higuanas, peces y tortugas marinas, está en las cercanías de la Base Militar y los astilleros de la Marina de Guerra desde la década de los 40 como control y seguridad de la dictadura trujillista.  Aunque el destacado historiador Elìades Acosta demostró que no, he encontrado ex marineros que han afirmado que Fidel Castro Ruz, estuvo en esta base y otros han fabulado hasta con la presencia del Che.  Esto no es historia, es la magia de lo imaginario popular, convertido en leyenda.

Esta bahía, enigmática y misteriosa, está llena de recuentos mitológicos, donde numerosos pescadores confiesan entusiasmados haber  visto encantadoras sirenas marinas y en noches de lunas escuchar música y cantos de piratas que van en sus naves proyectando siluetas en una luna ensimismada, pensativa y silenciosa. 

Como testigo para contar la historia, se levanta soñoliento, un pueblito rodeado por las dunas para guardar recuerdos y añoranzas, Calderas, entre la bahía, la base militar de la Marina de Guerra y las dunas, donde todavía, viejos residentes recuerdan la presencia de José Tejeda Valera, mi padre, su primer maestro.  De las riberas de sus aguas, se embarcaron para Cuba, llenos de vergüenza y pudor, los derrotados soldados españoles ante la patriótica victoria de los héroes restauradores.  Por allí, se embarcó,  para Cuba, Máximo Gómez y su familia.

También existe a la orilla de esta bahía, un pequeño pueblo, (Salina), refugio de pescadores y salineros, donde se esconde las historia, rodeado por la imponencia de las dunas y pozas azufradas que cambian de colores y de sabores..

Después de pasar las dunas y la blancura de la sal, siempre resplandecientes, se localiza, sin que se pueda creer, Punta Salinas, escondida entre la Bahía de Ocoa y la Bahía de Calderas, provocadora, como la cintura de las mulatas, con 20 metros en la parte más estrecha y 400 en su terminación, desafiando las aguas de un Caribe azul, sereno y agitado, repleto de alegría y de felicidad.

Franklin, con la visión emprendedora del desarrollo turístico, ensimismado, soñó que esta maravilla de la naturaleza, donde se iban a bañar ángeles, arcángeles, querubines y hasta la propia virgen de Regla, ante la mirada de asombro de Martha la Dominadora, Ana Isa, Metré Silí, Belié y Cándelo Sedifé, decidió levantar allí, un parador turístico, para que este patrimonio fuera disfrutado por todo el mundo.

Con su capacidad creadora y emprendedora, el sueño se hizo realidad.  Lo convirtió en un lugar paradisiaco, con todos los servicios turísticos necesarios.  Punta Salinas se transformó en un oasis, en un espacio de recreación democratizado, accesible a los sectores populares, en un ambiente natural, nunca privatizado.

Entre las iniciativas de Franklin, estuvo la de promover el carnaval, presentando comparsas de Banì y del Distrito Nacional, así como la creación de Las Sirenas de Salinas, una comparsa local que proyectó a este pueblo, presentándose con éxitos en diversos carnavales del país, que impactó en el Desfile Nacional  de Carnaval.

Su proyecto de redimensionar pedagógicamente el Parador Turístico con la exaltación y consagración de iconos, de personajes banilejos y manifestaciones de su historia y de su cultura, discutido conmigo varias veces, lamentablemente no pudo realizarse, por su ida inesperada.

Franklin es un ejemplo de emprendimiento, a quien le sobraba la visión de elaborar proyectos de desarrollo, de exaltación del banilejismo, de amor a la patria.  Siempre optimista, osado, desafiante, sonriente, levantando la bandera multicolor de la alegría y de la esperanza.  En un atardecer en Punta Salinas, frente a dos palmeras imponentes, con un fondo naranja-azul de un día que se alejaba lleno de magia, me miró sonriente y recordando a Serrat me dijo: “En la vida, he preferido ser soñador y no matador de sueños”.  ¡Sus sueños hoy, son eternos!