Por Raquel Demorizi
El instante de nuestro nacimiento podemos compararlo a cuando emprendemos un viaje hacia lo desconocido, nos embarcamos en el barco que nos conducirá por el mar de la vida. Al navegar enfrentaremos todo tipo de eventos, unos traerán tempestades y otros bonanza.
En el mar de la vida no es posible establecer profundidades como lo hacemos en los mares del mundo, océanos y ríos, por tanto, en ocasiones, tocamos fondo y ahí descubrimos que no siempre el viento sopla a nuestro favor y que hay situaciones con las que hay que lidiar, que sacuden y golpean.
Es al tocar fondo donde solo se puede ir hacia arriba. Tocar fondo invita a realizar el cambio que necesitamos. Ahí entendemos cuán difícil es vivir sin meta, ni esperanza.
Al tocar fondo y tratar de salir a flote reconocemos que somos responsables de nuestro destino, no es momento de acusar a todo y a todos de lo que sale mal. Nada es producto de mala suerte, ni de las circunstancias.
No nos neguemos más a ver que somos los únicos responsables de elegir navegar a la deriva en la corriente de la vida o navegar hacia un rumbo determinado.
Hay que librarse del pesimismo, quejas y lamentos. En este viaje saquemos de la barca la parte oscura. Sacudámonos el desánimo, desilusión, pesares, tristezas que opaca la existencia y tiñe todo de negro.
El pesimismo y sus similares son enemigos de la esperanza, conducen al fracaso. Nuestra actitud hacia los eventos es que cuenta y si esa actitud es positiva hay certidumbre, seguridad, confianza, optimismo.
Ante una situación desesperada no te estanques, no temas, no te rindas ni quedes de brazos cruzados.
Cuando arrecia la borrasca solo con decisión llegaremos a un puerto seguro. No perdamos la fe porque un hombre sin fe es como una nave desmantelada por el vendaval de la existencia que atraviesa la oscuridad de la noche sin dejar rastros.
No pierdas el contacto con lo importante y sólido de la vida, de lo contrario caminarás con paso inseguro y expectante, aferrándote a lo pasajero y material, buscando lo ficticio y haciendo de tu risa una máscara que oculta su pavorosa realidad.
Rompamos con las ataduras, con los afanes, y apegos que solo dejan amargura robándonos la alegría.
El fin del 2021 se acerca, entreguemos en esta navidad el timón de la existencia al único que puede conducir nuestra embarcación con puño firme a través del temporal.
No dejemos esta decisión a un futuro incierto.
Entreguemos todo a Jesús de Nazaret quien según pudo aquietar las tormentas del mar de Galilea, de igual modo aquietará las nuestras, otorgándonos paz, seguridad y esperanza, viviendo con gratitud cada segundo como si fuera el último de nuestra vida.