Por Roberto Veras
Cuando las personas electas a un cargo público están acostumbradas a ver con normalidad las cosas incorrectas como: malversación de fondos, robo de efectivo, robo de mercancías, inflación de reclamaciones de gastos, creación de empleados fantasmas.
Pero además, falsificar una firma en un documento, mal uso de la caja chica, uso de los bienes de la oficina para fines personales, creación de negocios fantasma; y llega una nueva administración que les pone los correctivos de lugar a todas estas malas prácticas, soterradamente aparece el enemigo interno.
Lo último que no quiere un incumbente que dirige una institución, es que un enemigo se infiltre en la empresa sin ser notado, pues puede agraviarlo, pero cuando sabes cuál es ese enemigo, nos preparamos para que no puedan hacer daños.
Todos los guerreros en la antigüedad acudían al campo de batalla para ganar y, con este fin, combinaban varias tácticas y patrones, todo en un intento por garantizar un rotundo éxito para poder despojar al vencido de los bienes materiales, pero todo ha cambiado.
Mucho están acostumbrados al mal empleo de los fondos públicos y ven con malos ojos a todo aquel que se maneja con pulcritud en los asuntos municipales, cabe destacar que manejarse con limpieza y rectitud en las arcas públicas crea muchos enemigos internos.