POR ALFREDO FREITES
Al paso de los días se comprueba que el presidente Luis Abinader metió el pie de colaboración con Haití, por sus vínculos con las potencias, en el mismo zapato que ahora está el cierre fronterizo y así no se puede bailar en el concierto de las naciones.
A todas luces se percibe que Abinader al usar el patrioterismo para forjar su reelección incurrió en una estrategia peligrosa porque si bien puede concitar apoyo nacional también puede fallar en su objetivo y convertirse en bumerán del descontento.
Ya el redoble de tambores de guerra se apaga mientras aumentan los traumas por el cierre fronterizo. El gobierno está en un marasmo en tanto Haití avanza su canal de desvío de las aguas del río Dajabón y usa las medidas dominicanas para presentarlo como un país abusador que quiere usar en su único beneficio los recursos naturales.
El tema del canal haitiano visto desde la óptica diplomática reclamaba la concertación y hasta la aplicación coercitiva en escala a los fines de demostrar el enfado. El diferendo con el manejo de las aguas no surgió de la nada. Hace años el asesinado ministro de Medio Ambiente ya lo enfocaba, pero el gobierno lo dejo correr hasta llegar a un punto de no retorno.
El gobierno vio en esto una oportunidad política y se lanzó de cabeza a la medida extrema de la represión económico y política, que, al saltarse la escala diplomática, se vio que era un teatro reeleccionista o una inmadura reacción que se traduce como error en el que no hay ningún tipo de beneficio ni beneficiarios para el país.
Sin embargo, Abinader parece haber encontrado un bajadero en terminar el canal La Vigía ya que la invasión tarda y no podrá ser usada para salir del atolladero. Lo prudente es seguir por ahí mientras se arrima a negociaciones en el marco de la OEA y como gesto de amistad hasta podría ofrecer ayuda agrícola a Haití porque nos conviene que allá se queden.
Aunque se encuentre alguna excusa tengo la precepción que el canal haitiano se mantendrá.