Juan Cruz Triffolio: “Su sueño de comunitario lo llevó a ser cochero”

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Por Roberto Veras

Hace unos años, en el pintoresco pueblo de Salcedo, un joven inquieto de espíritu se sumergió en la peculiar experiencia de aprender a ser cochero. Este joven, ahora sociólogo y comunicador, nunca imaginó que su vida tomaría tal giro, pero las circunstancias inusuales de su pueblo natal lo llevaron a vivir una historia que resonaría en sus memorias para siempre. 

La trama se desenvuelve en un escenario donde la solidaridad y la comunidad se entrelazan con la necesidad de construir un Centro Juvenil Católico. Para recaudar fondos, decidieron organizar una rifa que despertó la curiosidad de todos.  

El primer premio prometía un saco de arroz, el segundo una enciclopedia dominicana, y el tercero un diccionario Larousse. Los jóvenes de la iglesia, entre ellos nuestro protagonista, Triffolio, se lanzaron con entusiasmo a la tarea de imprimir los boletos que llevarían esperanza a su comunidad. 

La imprenta elegida, conocida como «Imprenta Enriquillo», tenía un propietario generoso que decidió sumarse a la causa. En un gesto de colaboración, propuso regalar un coche peculiar, tirado por dos penco caballos al estilo de las aventuras de Don Quijote. Este coche se convirtió en la joya inesperada de la rifa, capturando la imaginación de todos en Salcedo. 

Triffolio, ahora al mando de su propio coche, recorría las calles del pueblo vociferando mensajes con un altavoz en forma de campana. Aquel peculiar medio de transporte se volvió símbolo de la unidad y la generosidad de la comunidad, resonando con el espíritu de lucha y cooperación. 

A pesar de la emocionante respuesta y la venta de numerosos boletos, la historia dio un giro inesperado. El afortunado ganador del primer premio, el coche tan peculiar y único, declinó aceptar semejante obsequio. El sueño de Triffolio de que su pueblo tuviera un Centro Juvenil Católico financiado por la rifa del coche dio sus resultados satisfactorios, que aún,  el legado de esa experiencia perdura. 

La lección que dejó esta historia va más allá de los premios y los desenlaces. En un rincón de la República Dominicana, se forjó un espíritu de colaboración y esfuerzo comunitario que trasciende las expectativas individuales. El coche de Triffolio, cumplió su propósito inicial, se convirtió en un recordatorio viviente de que a veces, las mayores lecciones se aprenden en los caminos inesperados de la vida.