Por Roberto Veras
A menudo, la vida nos brinda la oportunidad de sumergirnos en el universo íntimo de grandes artistas, permitiéndonos conocer las complejidades de su proceso creativo y las experiencias que moldearon su camino.
Gracias a la curiosidad incansable de Juan Cruz Triffolio, un amigo periodista, tuve el privilegio de descubrir la fascinante historia de tres destacados artistas dominicanos: Segundo Reynoso, Alberto Bass y Freddie Cabral.
La entrevista con Cabral reveló facetas inexploradas de su vida, comenzando con sus primeros pasos en el arte. El relato pintoresco de Cabral nos transporta a su infancia, donde la creatividad floreció en medio de juegos infantiles y travesuras. Nos cuenta cómo, siendo apenas un «mosarbete,» disfrutaba bañándose en una sanja.
Su conexión con el arte surgió de la tierra misma, cuando el agua rojiza filtrada en el suelo se convertía en su primera paleta. Con ese lodo rojo, Cabral esculpía sus primeras piezas, un testimonio de la innata creatividad que marcó el inicio de su carrera.
La narrativa toma un giro inesperado cuando Cabral comparte una anécdota conmovedora sobre sus primeras obras. Recuerda con cariño tener varias piezas en la sala de su casa, pero su madre, en un intento por limpiar su sala, le pidió que las colocara en el techo.
Sin embargo, la naturaleza, implacable en su fuerza, frustró sus esfuerzos cuando un aguacero devastador destruyó su creación, dejando a Cabral con la amargura de ver sus sueños como escultor desvanecerse bajo la lluvia.
Su experiencia en la escuela no estuvo exenta de desafíos. Estudiando en la escuela de Apec, Cabral confiesa que no le atraía la materia de esculpir, recordando los desencuentros de su adolescencia con su madre. A pesar de esta desilusión temprana, su determinación por seguir su pasión artística persistió.
El momento clave llegó cuando, siendo bachiller, Cabral decidió confiar a su padre sus sueños de estudiar pintura. La respuesta paterna fue directa y desafiante: «Si estudias pintura, ¿de qué vas a vivir?» Este dilema económico y la preocupación por la estabilidad financiera fueron barreras que Cabral tuvo que enfrentar para perseguir su vocación artística.
La historia de Freddie Cabral es un recordatorio poderoso de que el camino del artista a menudo está marcado por desafíos, tanto personales como externos. A través de sus relatos, podemos apreciar la valentía y la pasión que impulsan a los artistas dominicanos a superar obstáculos para dar vida a su visión única en el lienzo de la existencia.
Este encuentro con la vida y obra de Cabral, junto con la exploración de Segundo Reynoso y Alberto Bass a través de la pluma inquisitiva de Triffolio, nos invita a celebrar la riqueza del arte dominicano y a reconocer que cada pincelada en sus obras es también un testimonio de las batallas personales y los triunfos silenciosos de estos maestros del lienzo.