POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO
Es innegable que el ilustre vegano Juan Bosch y Gaviño ha sido uno de esos privilegiados seres humanos con el talento, la persistencia y disciplina requerida para abrazarse con la trascendencia y la perdurabilidad en el tiempo.
Incursionar en el conocimiento de su existencia y convivencia social conlleva, necesariamente, a reconocer, en justicia, su extraordinario ingenio, sólida formación y multifacéticos ejercicios tendentes a acreditar su prominencia intelectual, política y ciudadana.
Su codiciable versatilidad, dedicación incansable por la superación y su persistencia para trascender, puesta en evidencia desde temprana edad, rompiendo con las barreras propias de un submundo rural cargado de imponentes limitaciones de diversas naturalezas, tiene una atractiva y convincente exposición en la novedosa obra Memorias de Juanito, autoría del acucioso profesional de la salud doctor Reynolds J. Pérez Stefan, como testimonios curiosos y estimulantes, dignos de la emulación.
Destaca como dato atrayente Pérez Stefan, vegano de pura cepa, que desde muy pequeño Juan Bosch y Gaviño, conocido entre sus familiares y amigos cercanos como Juanito, contrario a lo que actualmente podríamos imaginar, “…decía que no quería ser escritor, sino escultor y pintor”, aunque desde aquel entonces, su producción literaria, era considerada como “depurada y calificada”.
En aquel momento, según refiere la fuente mencionada, el hoy laureado cultor de la cuentística y la literatura latinoamericana,”…tenía gran capacidad para el dibujo, era un pintor y escultor innato”, y llamaba la atención mientras “…hacia interesantes figuras y modelos en barro y tierra”.
No obstante, vale resaltar que Juanito, desde sus primeros años de vida, fue inducido por su abuelo materno, don Juan Gaviño, quien tenía “una formación cultural muy esmerada y poseía modelos muy refinados”, a la lectura temprana y a prestar la debida atención al contenido de diversos cuentos.
Se narra que en aquella vivienda campestre existía una nutrida biblioteca a la disposición del apreciado nieto Juanito, durante su estadía en Río Verde, La Vega, además de que participaba, a las seis de cada tarde, en la reunión familiar para rezar el Rosario a la Virgen María, como muestra de que allí reinaba la fe católica.
De igual modo, en aquel remanso de paz y armonía, el niño en referencia tuvo la oportunidad de valorar y disfrutar de las ocurrencias de Góngolo, Duquesa y Cual, los tres inseparables perros de don Juan Gaviño, mascotas predilectas de Juanito.
Probablemente, a consecuencia de sus relaciones constantes con este y otros tipos de animales, los primeros cuentos del hoy ilustre escritor y político vegano, “…tuvieron como protagonistas a gatos, ratones, pollitos, cucarachas, perros y lagartijas”.
Apunta el doctor Reynolds J. Pérez Stefan que Juanito aprendió a escribir en una maquinilla, a los nueve años de edad, haciendo las facturas y las correspondencias del negocio de su padre José Bosch Subirats, mejor conocido como Pepe Frijoles, pionero en la venta de la carne de pollo por libras en la zona aledaña a la comunidad de La Vega.
Como resultado de ese aprendizaje, el entonces disciplinado niño escribió innumerables trabajos literarios, principalmente cuentos y artículos periodísticos.
Concretamente, pudo producir su primer libro de cuentos a maquinilla al tiempo que ilustrarlo con variados dibujos de su propia autoría”.
Como nota lamentable se resalta que el aludido libro desapareció a consecuencia de las llamas del fatídico incendio que calcinó la biblioteca del autor de Rufinito, en 1918.
De las diversas facetas laborales y artísticas asumidas, durante su infancia y adolescencia, se recuerda que Juanito y su progenitor, luchando por sostener a flote la familia, se dedicaron a la fabricación de máscaras para los disfraces de los personajes carnavalescos, al tiempo que aprovechaban las fuertes brisas, en tiempo de Cuaresma, para elaborar una gran cantidad de chichiguas, cajones y pájaros para la venta.
Otra expresión de la versatilidad ocupacional del profesor Juan Bosch y Gaviño, según subraya el expresivo doctor Reynolds J. Pérez Stefan, en su cautivadora obra, consistió en tallar en madera y en la encuadernación.
En su afán de superar obstáculos que le presentó la vida, el diligente Juanito reflejó interés en la música, inicialmente por el violín, instrumento muy difícil de adquirir en aquel tiempo, lo que hizo que, ante las limitaciones, terminara inclinándose por estudiar la guitarra, la cual pudo ejecutar con gran facilidad y destreza.
Barbero
Finalmente, como consecuencia de su cercanía a don José Joaquín Gómez Sánchez, conocido como Virico y quien alcanzó fama como diestro peluquero, además de cultivar la carpintería, en La Vega, el inquieto y siempre acucioso Juanito, asumió la decisión de convertirse en barbero.
Al referirse a la manera como desempeñó el oficio mencionado, el reputado médico y escritor vegano, Pérez Stefan, resalta lo siguiente:
“Juanito no fue el Barbero de Sevilla, ni mucho menos el francés José Ignacio Guillotín, para cercenar la cabeza de sus clientes con el filo de una guillotina o con una tijera en sus diestras manos; era más bien un ingenuo y audaz barberito vegano que en su insaciable sed de conocimientos, se encontró con un nuevo oficio, el cual ejerció por breve tiempo con gran habilidad y osadía”.
Expuesto lo anterior, y observación interesante el autor de Memorias de Juanito agrega a continuación:
“A pesar de sus grandes limitaciones económicas, cultivó este oficio productivo de forma desinteresada, con relevante vocación impregnada de la más alta tesitura, de fecundo altruismo”.
En pocas palabras, la trascendencia del laureado político y escritor Juan Bosch y Gaviño, inolvidable y extraordinario maestro de maestros, es un incuestionable paradigma para asegurar, sin cortapisas y en justicia, que es posible el poder cuando nos abrazamos al querer, teniendo como cimiento la disciplina, la persistencia, el esfuerzo y la convicción de que es posible superar barreras cuando aquilatamos a plenitud nuestras potencialidades.
Bosch, prominente polifacético dominicano, es un arquetipo digno de la emulación, el respeto y la admiración porque con hechos, vivencias y constancia, no con simples palabras, supo demostrar que, verdaderamente, se puede…