Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO ESTE, RD.- Como municipalista, he seguido con detenimiento el reciente despliegue de la nueva estrategia de recolección de desechos sólidos en el municipio Santo Domingo Este (SDE).
Este proceso, que se presenta con una logística moderna y aparentemente eficiente, tiene como punto central el uso de contenedores de basura que son vaciados periódicamente mediante una pequeña pala mecánica.
Hasta ahora, la rapidez y eficiencia con que se han llenado y vaciado estos contenedores es notable.
Sin embargo, un problema crítico permanece sin resolver: la limpieza de los contenedores.
Los desechos orgánicos, especialmente en climas cálidos, comienzan a descomponerse rápidamente.
Después de 72 horas, esta descomposición produce un líquido maloliente conocido como lixiviado. Si el manejo de este líquido no se realiza de manera adecuada durante la limpieza de los contenedores, el lixiviado puede escurrirse por las aceras y calles, generando un impacto negativo tanto en el medio ambiente como en la salud pública.
El riesgo de contaminación por lixiviados no es menor. Estos líquidos pueden contener una alta carga de bacterias y sustancias tóxicas que, al entrar en contacto con el suelo y las aguas superficiales, pueden provocar enfermedades y afectar gravemente la calidad de vida de los residentes.
La proliferación de olores desagradables también es un factor que degrada la percepción del espacio urbano y puede afectar negativamente el bienestar de la comunidad.
Estamos a la espera de ver cómo las autoridades municipales abordarán este aspecto crucial del proceso de recolección. Hasta el momento, no se ha presentado una estrategia clara para la limpieza y manejo de los residuos líquidos generados en los contenedores.
Es imprescindible que se implemente un plan efectivo que incluya la limpieza regular y el tratamiento adecuado de los lixiviados para prevenir la contaminación y proteger la salud pública.
El éxito de la nueva política de recolección de desechos en SDE no solo dependerá de la eficiencia en la recolección de la basura, sino también en cómo se manejen los residuos líquidos derivados de los desechos orgánicos. Una gestión integral de residuos debe contemplar todas las fases del proceso, desde la recolección hasta el tratamiento final de todos los subproductos generados.
Invito a los lectores a observar y evaluar el desarrollo de esta implementación, y a participar activamente en la conversación sobre cómo mejorar nuestro entorno. Solo a través de la vigilancia y la participación ciudadana podremos asegurar que nuestras comunidades sean lugares más limpios y saludables para todos.