Por Roberto Veras,
JARABACOA, RD.- Durante un viaje hacia Jarabacoa, se pudo observar de cerca una triste y compleja realidad: el transporte ilegal de inmigrantes indocumentados. En la carretera, un camión, conocido entre los nacionales haitianos como «La camiona», transportaba a decenas de personas que buscan un futuro mejor en territorio dominicano, arriesgando sus vidas en esta peligrosa travesía.
El rostro de estos inmigrantes, marcado por el cansancio y la incertidumbre, refleja la desesperación de quienes ven frustrados sus sueños de progreso. Este fenómeno migratorio ha escalado en las últimas décadas, y aunque las autoridades dominicanas han incrementado sus esfuerzos de vigilancia fronteriza, el flujo de indocumentados parece mantenerse constante.
Una de las principales causas de esta situación es el control del tráfico de inmigrantes por sectores de poder. Existen redes bien organizadas que, aprovechándose de la desesperación de los inmigrantes y la porosidad de la frontera se lucra con la entrada ilegal de personas. Estas redes involucran desde pequeños transportistas hasta operadores con vínculos en ambos lados de la frontera, en un negocio que mueve millones de pesos anualmente.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades, el verdadero desafío radica en desarticular este entramado migratorio que va más allá de simples cruces fronterizos. Para muchos expertos, la solución no pasa únicamente por reforzar las barreras físicas o aumentar la presencia militar en la frontera, sino por atacar las raíces del problema: la corrupción y la falta de control efectivo en el cruce de personas.
Frente a este escenario, diversos sectores han reclamado una mayor voluntad política para abordar de manera integral el problema migratorio. Las organizaciones civiles y algunos sectores empresariales destacan que sin una verdadera disposición de las autoridades responsables, cualquier esfuerzo será insuficiente.
Urge que se implementen políticas más estrictas y transparentes que, además de contener la entrada ilegal, aseguren la cooperación bilateral con Haití. Asimismo, se debe apostar por un sistema migratorio más justo, que atienda las necesidades humanitarias y económicas de quienes buscan mejores oportunidades, sin dejar de lado la seguridad nacional.
El tráfico de indocumentados es un problema que requiere acción inmediata. Los testimonios de quienes observan esta realidad de cerca, como lo fue durante un reciente trayecto hacia Jarabacoa, nos recuerdan que detrás de cada inmigrante hay una historia de esperanza y sacrificio.
Pero también nos obliga a reflexionar sobre las decisiones que se deben tomar desde el Estado para resolver este complejo problema, que afecta no solo a la República Dominicana, sino a toda la región.
Solo con un compromiso firme y una verdadera voluntad de las autoridades responsables, se podrá controlar de manera eficaz el tráfico de indocumentados y poner fin a un negocio que vulnera la dignidad humana.