A pesar de múltiples estudios y debates, aún existe incertidumbre sobre la verdadera ubicación de las osamentas de Cristóbal Colón.
POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO
La controversia es algo que luce acompañar al navegante Cristóbal Colón desde el momento mismo en que decidiera encabezar la empresa marítima que le hizo alcanzar notoriedad en los anales de la historia universal.
Tan pronto como junto a sus acompañantes de navegación logró hacer presencia por estos lares, la discrepancia entre algunos de los historiadores que han profundizado en sus relaciones con los pobladores originales y en las razones causales de su expedición, su existencia proyecta ser una constante, motivadora de interminables y ácidos debates.
Algo similar tiende a ocurrir cuando se hace referencia al destino final y la autenticidad de las osamentas del Gran Almirante, cuyo lar de nacimiento también no escapa a la especulación, pues algunos acuciosos investigadores lo califican como un experimentado navegante de origen genovés, mientras otros, no menos meticulosos, destacan que es un hábil emprendedor orgullo de la llamada Madre Patria o de origen judío.
Lo cierto es que, atendiendo a las polémicas que históricamente ha generado su expedición y la determinación de la autenticidad de sus restos, sin importar el calificativo aplicado a su persona por su rol como cabeza principal de la arriesgada incursión marítima y el comportamiento de algunos de sus adláteres de travesía, Cristóbal Colón encarna, y parece continuará siendo por un considerable tiempo, un genuino espécimen controvertible y controversial.
El simple hecho de sólo mencionar su nombre, a juicio de un gran número de supersticiosos, nacionales y extranjeros, con frecuencia mueve a dar tres golpes en cualquier superficie, en procurar de no ser víctimas de un accidente de consecuencias muchas veces trágicas y sumamente lamentables.
Como caso curioso y referente histórico a no olvidar, quizás resulte interesante destacar que a pesar de todo cuanto se ha afirmado, aún permanece la duda, en base a investigaciones recientes, que las cenizas del Almirante permanezcan, real y efectivamente, en una la urna que actualmente se exhibe en medio de un bóveda imponente, ubicada en el epicentro del majestuoso Faro a Colón, obra diseñada, en 1931, por el arquitecto inglés, de 22 años de edad, Joseph Lea Gleave, en el municipio Santo Domingo Este, República Dominicana.
Autenticidad de las osamentas
Luego de múltiples y profundos estudios de los restos supuestos o reales del Almirante, genovés, judío sefardita o español, y en procura de poner fin a la disputa entre Sevilla y Santo Domingo, donde existen dos mausoleos con los «huesos del renombrado navegante», en el 2003, a instancia de la Universidad de Granada, se realizaron los análisis correspondientes.
Para entonces, reposaban en la Catedral de Sevilla, osamentas que apenas sumaban 150 gramos (la tercera parte de una libra), las cuales se exhumaron para ser sometidas a pruebas de ADN.
Recuerda el acucioso historiador Orlando Inoa que para entonces, las autoridades dominicanas «se negaron a participar en estas pruebas científicas y negaron la autorización de facilitar el estudio de los que reposan (restos, JACT) en Santo Domingo, apegados al criterio de que nunca abandonaron la Catedral de Santo Domingo desde que hicieron el viaje desde Sevilla, en el 1544, y que sólo se movieron cuatro siglos después al ser trasladados al Faro a Colon».
Es interesante no perder de vista que la polémica en referencia ha tomado un giro inesperado, este año 2024, cuando el 9 de octubre pasado, luego de un equipo de expertos de la Universidad de Granada, empleando dos décadas de estudios de ADN a los retos de Cristóbal Colón, concluyeran «con una fiabilidad absoluta», que las osamentas localizadas en la Catedral de Sevilla son auténticas
¿Qué hacer?
Ante lo ya expuesto, plantea el expresivo investigador Orlando Inoa que las autoridades de República Dominicana no deben continuar con la negativa de autorizar el examen mediante el ADN de los restos del mencionado navegante que se encuentran en el monumento mortuorio conocido como el Faro a Colón.
Sostiene el académico y prolífico profesional del estudio de la historia dominicana que mantener esas osamentas secuestradas ante la ciencia, que la puede autentificar, no es una decisión juiciosa.
«Propongo que las autoridades dominicanas se auxilien de una institución internacional de prestigio y que a su vez sea imparcial, para lo que sugiero a la National Geographic, con sede en Washington, para que proceda con los análisis científicos de ADN a los restos del Almirante que están en el Faro a Colón y, de una vez y por toda, se dé término a la larga disputa que se mantiene con España sobre la posesión de los auténticos restos de Cristóbal Colón», precisó de manera categórica Orlando Inoa, al cierre de una magistral conferencia pronunciada, el pasado de 12 octubre, en el referido y llamativo monumento, ubicado en la cercanía de la populosa barriada de Villa Duarte, en Santo Domingo Este.
Ante la realidad descrita y en ánimo de que prevalezca la verdad histórica, concluyendo una discrepancia llamada a no continuar, esperamos que lo planteado por el audaz y persistente historiador Orlando Inoa no sea arropado con el manto del olvido.
Sinceramente, sería una pena, además de una inaceptable señal de irresponsabilidad…