La voz de un pueblo en resistencia, reflexión sobre “7 Días con el Pueblo”

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Por Roberto Veras

SANTO DOMINGO, RD.- Dagoberto Tejeda, destacado sociólogo y folclorista dominicano, ha calificado la jornada de “7 Días con el Pueblo” como un evento único en la historia de América Latina. Más que un simple festival musical, fue un acto de generosidad colectiva.

A nadie se le pagó un centavo, pero su impacto trascendió generaciones, consolidándose como un hito irrepetible en la nueva canción latinoamericana. La República Dominicana, en un contexto de opresión bajo una “dictadura ilustrada”, se convirtió en el escenario privilegiado de este acto de resistencia cultural, puntualizó.

La década de los sesenta y principios de los setenta fue una época oscura en América Latina. Las dictaduras de habla hispana reprimían con fuerza cualquier intento de disidencia, mientras el movimiento artístico encontraba en la nueva canción un vehículo para la denuncia social.

Dagoberto Tejeda dijo, que este género contestatario surgió como una respuesta valiente a las injusticias, permitiendo a las masas expresar su descontento con melodías cargadas de significado. Sin embargo, en República Dominicana, la música popular enfrentaba un descrédito sistemático. “7 Días con el Pueblo” rompió ese estigma, sirviendo como un puente entre la canción popular y la clase trabajadora.

Fue, como bien señala Tejeda, un matrimonio sin divorcio. Los obreros y la nueva canción se unieron en un vínculo indisoluble, donde la cultura y la política encontraron un punto de convergencia. Los artistas alzaron sus voces por los más necesitados, convirtiéndose en los portavoces de una lucha que no podía expresarse de otro modo bajo el régimen represivo de Joaquín Balaguer.

Tejeda afirmó que, este encuentro marcó un antes y un después, pues consolidó la perspectiva de denuncia en las canciones y reforzó su papel como respuesta política. No solo se trató de una expresión artística, sino de un movimiento social que desafió al poder desde el escenario. “7 Días con el Pueblo” simbolizó el grito de los silenciados y el abrazo de la música a las causas justas.

Hoy, este evento sigue siendo un referente para entender cómo el arte puede ser una herramienta poderosa de transformación social. La memoria de esos días debe ser celebrada y preservada como un ejemplo de cómo, incluso en los momentos más oscuros, la creatividad y la solidaridad pueden iluminar el camino hacia la libertad.