Por Roberto Veras
SANTO DOMINGO, RD.- Este domingo, en una amena peña celebrada en Ágora Mall, el exvice ministro Administrativo de Interior y Policía y dirigente político Juan José Encarnación, fiel a su estilo directo, ofreció una reflexión que ha causado bastante revuelo en el ámbito político nacional.
En su intervención, Encarnación recordó un episodio oscuro de la historia reciente de la República Dominicana: el pacto entre el presidente de la República, Jorge Blanco, y el entonces líder del Partido Reformista Social Cristiano, Joaquín Balaguer, para la entrega del poder a finales de la década de los 80.
Un pacto que, según Encarnación, fue un error con consecuencias que marcaron a varios funcionarios del gobierno de Blanco, dejando heridas políticas profundas que aún siguen resonando en la memoria colectiva del país.
Encarnación no solo rememoró aquel acuerdo entre ambos líderes políticos, sino que fue aún más allá al exponer los efectos devastadores que tuvo para muchos de los colaboradores cercanos de Jorge Blanco. En particular, se refirió a casos emblemáticos como el de José Antonio Michelen y Fulgencio Espinal, quienes se vieron obligados a salir del país de manera ilegal para evitar la persecución que se desató tras el cambio de gobierno.
La mano dura del régimen balaguerista no se hizo esperar, y muchos de los altos funcionarios del gobierno de Blanco fueron acusados de corrupción y mal manejo de los fondos públicos. Entre estos, incluso el propio Jorge Blanco fue señalado de malversar los recursos del Estado, una acusación que marcó profundamente su legado y dejó una sombra de duda sobre su administración.
Lo que destacó Encarnación en su discurso fue la tragedia personal y política que vivieron esos hombres y mujeres que, hasta el último minuto, creyeron en la palabra de Jorge Blanco y en su promesa de una transición ordenada y democrática.
La realidad fue que, una vez fuera del poder, muchos de los funcionarios fueron objeto de una persecución implacable, una caza de brujas que no solo desterró a hombres y mujeres que se habían comprometido con la gestión pública, sino que también creó un clima de temor que afectó a toda la clase política del momento.
Lo que hoy, con el paso del tiempo, puede parecer una acción política más, en su contexto histórico fue una traición política que se cobró sus víctimas. Los hechos que Encarnación mencionó son un claro recordatorio de cómo las promesas y los pactos entre líderes pueden quedar vacíos, de cómo la política a veces está marcada por intereses más allá de lo que podría considerarse justicia o equidad.
Un pacto que, según el propio Encarnación, debía haberse evitado, pues aquellos que participaron de la administración de Jorge Blanco fueron sometidos a un juicio sin una investigación real y objetiva, sino más bien como parte de una vendetta política.
Este tipo de reflexiones, aunque quizás difíciles de escuchar para algunos, son necesarias para comprender el verdadero costo de las decisiones políticas. Es necesario recordar que los acuerdos entre grandes figuras no siempre se traducen en justicia y equidad para todos los involucrados. Para aquellos que fueron perseguidos y forzados a abandonar su patria, el pacto entre Blanco y Balaguer no solo fue un error, sino una injusticia histórica que sigue siendo tema de debate y reflexión.
Además, el hecho de que Jorge Blanco haya sido acusado de malversar los fondos del Estado pone en evidencia las grietas dentro de la estructura del poder, donde las lealtades políticas se rompen fácilmente cuando se trata de preservar el poder a toda costa.
En este sentido, las palabras de Juan José Encarnación resuenan como una advertencia para las generaciones políticas actuales: el precio de los pactos, de las transiciones de poder, no siempre es transparente, ni justo.
Como sociedad, debemos aprender de estos episodios para evitar que se repitan. La política no debe ser solo un juego de poder, sino un compromiso con la justicia, la verdad y la responsabilidad.
La historia nos ha mostrado que, cuando se olvida estos principios, los errores del pasado pueden seguir teniendo repercusiones dolorosas para aquellos que se ven atrapados en una espiral de acusaciones, persecuciones y traiciones. El mensaje es claro: no podemos repetir los errores del pasado si verdaderamente queremos avanzar como nación.