Faride Raful, ¿está en lo correcto?

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Faride Raful

Por Miguel Espaillat Grullón

1 -La contaminación sónica en nuestro país es algo inverosímil. La mayoría de los dominicanos tienen la cultura de oír música a todo volumen. Y no un volumen cualquiera, sino uno extravagante, porque los modernos aparatos tienen la capacidad de oírse a kilómetros de distancia. Por esta situación, en todo el territorio nacional ya no hay un solo lugar donde se pueda vivir en paz. Por doquier, la música a todo volumen es dueña del espacio nacional. En todos los pueblos, en cualquier villorrio, llano y montaña, el sonido de la música estruendosa y estridente está dañando hasta la vida silvestre. Las aves, nerviosas, vuelan de un lugar a otro, buscando un lugar donde sus tímpanos no reciban el golpeteo estrepitoso y discordante que daña sus tímpanos y sistema nervioso. El sueño de las personas, especialmente el de las mayores, se hace difícil conciliar con la música alta y chillona que emana de las “velloneras” de los vecinos, de los colmadones o de la barra más próxima. Para peor, el ruido infernal no solo proviene de esos aparatos, sino también de las motocicletas a las cuales les han eliminado el silenciador para que, como trompetas y matracas desafinadas, suenen como resoplidos del diablo. En esta situación, hasta se hace difícil sostener una conversación con amigos en la galería de la casa. Lo impiden la música altísima, las mil y una motocicletas que pasan sin silenciador y las tantas guagüitas que van y vienen anunciando sus productos con una bocina programada para vocear a todo volumen.

Miguel Espaillat Grullón – AUTOR – Analista

2. Para más, en nuestro país hay todo un desmadre del comportamiento social. En esta debacle, a ciertos barberos les ha dado por trabajar (dizque recortando a sus clientes) en altas horas de la madrugada. Eso nunca se había visto, porque esa labor se hacía en el día o hasta tempranas horas de la noche, nunca en la alborada. Los defensores de esta práctica (argumentando derechos constitucionales) pasan por alto que el «tigueraje del mundo del narcotráfico» (cosa que antes no existía) se vale de cualquier laguna constitucional y artificio para llevar a cabo sus actos delincuenciales. No sé por qué los comunicadores que defienden este supuesto derecho de trabajar a cualquier hora no han podido ver en este quehacer “que hay gatos entre macutos”.

3. La condición social, económica, política y cultural que está viviendo nuestra patria, al decir del prestigioso periodista Domingo Páez, nos tipifica como una generación Alofoque, camino a convertirnos en una sociedad Alofoque. Aquí no hay respeto por el otro, ni por normas sociales. En esta situación, Domingo Páez recrudece su crítica al decir que si no superamos esta condición, estaremos igual que los millones de haitianos que nos invaden pacíficamente y que quienes se oponen a las medidas de Faride Raful para terminar con la contaminación sónica, lo que quieren es que cada día nuestro país se parezca más a Haití. Si persistimos en la chabacanería de “fiesta y mañana gallo”, irremisiblemente, en un mañana no tan lejano, se cumplirá esa premonición de Páez.

4 – Entonces, ante esta situación, donde si no hay rectificación nos convertiremos en otro estado fallido como lo es Haití, vale preguntarnos: ¿los periodistas y demás comunicadores que tan ácidamente están torpedeando a Faride lo están haciendo por amor a la patria, o como una labor de zapa por encargo de una oposición que quiere pescar en río revuelto? ¿O Faride Raful está en lo correcto para la enmienda?

A mis lectores les dejo la palabra…