Por: JERONIMO RIOS SIERRA*
VENEZUELA.- Nicolás Maduro y Henrique Capriles compiten esta semana por la Presidencia de una Venezuela construida sobre el proyecto bolivariano, un proyecto que, a lo largo de la última década, ha redefinido al país basado no sólo en un modelo político y económico de marcado carácter socialista, sino con miras a redistribuir de manera más justa la riqueza del país.
Así, la Venezuela en disputa ha dado luz a millones de ciudadanos hasta entonces invisibilizados, excluidos del proyecto de Estado.
En otras palabras, durante el gobierno del presidente Chávez el umbral de pobreza pasó de un 50% de la población a un 27%, esto es, cerca de 8 millones de personas y un avance de casi el triple de lo que ha conseguido Colombia en ese mismo lapso de tiempo.
De igual manera, las políticas chavistas escolarizaron a más de 2 millones de personas e hicieron que dentro del país prácticamente se diera una cobertura plena en el acceso de la población venezolana a tres comidas diarias, reduciéndose a la vez en un 80% los casos de muerte por malnutrición. Todo ello le supuso, junto a Cuba, el reconocimiento el pasado mes de enero de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por su compromiso en la erradicación del hambre.
De otro lado, siguen siendo muchos los puntos oscuros que el chavismo no ha resuelto y que claramente emergen en esta campaña electoral, como un elemento de crítica y alternativa para Capriles y como un escenario de necesidades irresolutas que Nicolás Maduro debe atender.
Venezuela es un país fuertemente azotado por la inseguridad. En 2011 se conocía que tenían lugar anualmente 1.150 secuestros diarios, entre los cuales cuatro de cada cinco eran de modalidad express. De igual manera, el índice de muertes violentas en todo el país se aproxima a las 50 por cada 100.000 habitantes, muy alejado de las 33 que presenta Colombia, las 19 de Ecuador, las 9 de Bolivia o las 6 de Perú. En un mismo orden de cosas, otras constantes a las que el proyecto bolivariano o su alternativa deberán hacer frente son la debilidad institucional del Estado de derecho, el serio déficit en la administración de justicia, la inflación, la corrupción y el clientelismo.
Por su parte, en lo que respecta a su agenda exterior, Venezuela se ha consolidado como uno de los países más reconocidos y comprometidos con el integracionismo latinoamericano, a través del impulso de Unasur o Celac, o con alternativas inspiradas en la solidaridad de los pueblos del continente —más allá de su marcado sesgo ideológico—, como Alba y el instrumento de Petrocaribe.
La Venezuela objeto de disputa electoral en estos días presenta luces y sombras para el continuismo de Maduro, así como retos y conquistas consagradas que Capriles, de vencer, deberá respetar y aceptar como legado del chavismo, tanto en su dimensión interna como externa y con independencia de su innegable y alternativo modelo de Estado.
No cabe la menor duda de que el próximo domingo será el punto de inflexión más importante de la vida democrática reciente de Venezuela y de su proyecto bolivariano.
* Investigador en ciencias políticas y sociología de la Universidad Complutense de Madrid.